Smart Revival
Cuenta la leyenda (bueno, no sé si algo que ha sucedido hace 50 años cabe dentro de la categoría leyenda) ((no, claro que no cabe. Además, cómo que leyenda, esto es Historia, está en la Wikipedia)) que el término Neo Brutalismo fue acuñado por Hans Asplund, quien en una carta relata cómo la palabra «Neo-Brutalist» se le ocurrió, a modo de broma, al ver los dibujos de un proyecto que entonces estaban realizando sus colegas y amigos Bengt Edman y Lennart Holm.
El proyecto se trataba, tan solo, de una pequeña vivienda en Upsala, Suecia. Años más tarde observó, no con poco asombro, que el término Neo Brutalista había sido empleado por jóvenes arquitectos de la escuela inglesa para calificar el estilo de sus proyectos.
Una continuación de este revival de la arquitectura brutalista de comienzos del siglo pasado, liderado por el maestro (para algunos) Le Corbusier, parece estar surgiendo en esta ciudad, de la mano de proyectos como la pasarela peatonal que conectará la calle Alta con la calle Castilla, y que tiene un coste de 3.5 millones de euros.
Es cierto que en el urbanismo de Santander existen numerosas brechas que rompen la ciudad en dos partes muy distintas, pero esta división viene provocada por la propia orografía de la ciudad.
También es verdad que estas divisiones no son buenas y hay que tratar de coser la ciudad, para generar una trama urbana contínua a lo largo de todo el término municipal. Pero no es menos cierto que estas brechas pueden suturar con mayor o menor rapidez, y parece que el camino escogido desde el Ayuntamiento no es el más idóneo.
En una ciudad como Santander no parece acertado el uso de hormigón visto (béton brut, origen del término brutalismo, que posteriormente servirá para identificar uno de los movimientos más importantes en la arquitectura del siglo XX) para coser, de una forma tan poco sutil y con tan poca clase, ambas partes de la ciudad.
Y más cuando parece que esta infraestructura ha venido para quedarse y los santanderinos vamos a tener que hacer uso de ella durante bastantes años hasta que finalmente se acometa toda la reforma y el soterramiento de la zona de las Estaciones.
(Nota: si alguno pensaba que este planteamiento urbanístico se iba a desarrollar a corto plazo, por favor, quítese la idea de la cabeza, pues de ser así no es estarían invirtiendo casi 4 millones de euros en béton brut)
Santander, como ciudad, está inmersa en un gran cambio.
En estos últimos años hemos visto nacer movimientos culturales completamente distintos a los que estábamos acostumbrados hasta ahora.
La participación ciudadana de los procesos de cambio es cada vez más importante, y la renovación social de la ciudad es ya una realidad. Santander está intentando desanclarse del clasicismo y del pasado, está intentando quitarse las cadenas que durante estos últimos 20 años la han impedido evolucionar hacia un modelo de ciudad moderna y han arcaizado el conjunto.
Están en marcha diversos proyectos de dinamización de la ciudad, que están importando nuevas formas de concebir los espacios, y una prueba son los nuevos Jardines de Pereda (con el Centro Botín a la cabeza) y la renovación de la zona de Gamazo.
Son renovaciones de espacios servideros que hasta ahora no estaban disponibles para el uso y disfrute del público, y que nos ofrecen nuevas formas de conocer la ciudad y de movernos por ella.
Son puntos que ofrecen nuevas vistas a un conjunto y que una vez terminados se han convertido en todo un éxito, pues han conseguido dinamizar zonas abandonadas y algo aún más importante: crear ciudad.
Proyectos como el de la citada pasarela peatonal van a resolver grietas en la ciudad, es cierto. Pero se van a convertir en puntos de tránsito y no de disfrute, como deberían serlo.
Son puntos pensados únicamente con esa mentalidad arcaica que pretende un modelo continuista de ciudad y que choca frontalmente con planeamientos tan buenos como los mencionados anteriormente. Como en todo, existen numerosas formas de resolver un problema, y parece que últimamente estamos optando por la forma menos elegante y práctica, pero más sencilla, y es un error.
Es un error no abrir los procesos de cambio en la ciudad a la ciudad.
Es un error que no se pueda participar abiertamente en estos procesos, que los ciudadanos no podamos conocer el proceso creativo y que, evidentemente, no podamos auditarlo ni participar de él.
Y es un error porque cuando se participa de algo, se empieza a formar parte de un todo. Santander debería evolucionar hacia un modelo de ciudad participativo, en que los ciudadanos, la arquitectura y las entidades públicas formen parte de un mismo círculo que se retroalimente, que se ayude y que convierta en familiares las construcciones nuevas de la ciudad.
Santander va a tardar mucho en adaptarse a este nuevo faro que se está terminando en Castilla-Hermida, y es porque no nos es familiar, pues nuestro primer contacto fue a través de una infografía definitiva publicada en los periódicos locales. Es lo que tiene revivir modelos arcaicos, que han demostrado no funcionar en el pasado y que poca relación tienen con la Santander moderna de la que tanto se presume en diálogos paralelos.
Alberto
Un gran «artículo». Ese «periodismo independiente»