La fiesta de la democracia con panchitos y Kas Naranja
Que emoción. El próximo domingo nos ponemos nuestras mejores galas, planchamos el traje y compramos una botella de vino porque estamos invitados a una fieshta.
Y que fieshta, la mejor de todas, ni más ni menos que la fieshta de la democracia. Una vez cada cuatro años, podemos elegir quién nos gobierna, en la definición de democracia que más cómoda resulta a algunos.
Nos hemos incorporado tarde a la vida social y no sabemos comportarnos en las fiestas. No es que eructemos o no tengamos conversación ingeniosa. Aparentemente todo va bien y sabemos cómo va el tema.
Hasta que miras con un poco de atención y te das cuenta de que el traje es de segunda mano, que el anfitrión ha escondido basura debajo de la alfombra y que no estás tomando canapés y cava: te conformas con panchitos y Kas Naranja.
VENGA, VAMOS A HACER UNA CANDIDATURA
Ya hay una serie de problemas para los partidos menos clásicos a la hora de conformar las propias listas. En municipios pequeños o en entornos, digamos, más cerrados, hay miedo a dar el paso y tener la visibilidad pública que supone formar parte de una lista electoral.
Porque a veces tiene su castigo, sobre todo en los lugares en los que, a la hora de la verdad, todo-todo el mundo es primo o se ha criado junto, o lo municipal tiene, digámoslo sutilmente, demasiado influencia en el mercado de trabajo local.
LA LISTA DE INVITADOS
Es el censo, estúpidos. La primera norma del decálogo para alterar procesos electorales es que intervenir es en quienes pueden votar.
De eso hemos tenido mucho en la precampaña, que es cuando las instituciones cogen la agenda de teléfonos con la idea de eliminar los que ya no se usan, han cambiado de nombre o ya no nos caen bien.
Se han dado condenas judiciales, como la del Ayuntamiento de Noja, por alterar el padrón municipal (la lista de quienes pueden votar), con truquillos como meter (sobre el papel) a varias personas en la misma vivienda.
De estas se han dado denuncias en varios municipios. Y se ha llegado al otro extremo, al de impedir que haya personas que puedan ser elegidas excluyéndolas del padrón municipal, como se intentó en Valderredible con un candidato de un partido vecinal a una pedanía, vinculado al movimiento de oposición a la construcción de un Vertedero.
Por no hablar de los problemas que encuentran para votar los residentes en el extranjero, los de la marea magenta, que, en la situación actual, uno diría que son más propensos al voto destructivo-constructivo.
INVITADOS DE PRIMERA Y DE SEGUNDA
Es una fiesta a la que no todos llegan en las mismas condiciones. A los grandes se les da más y a los pequeños menos. Más espacio, más tiempo, más dinero (más dinero).
Es como si en el mundo real te cobraran un impuesto por ser pobre y te dieran una paga de beneficios por superar determinado umbral de renta.
Los pequeños tienen dos grandes barreras: la del acceso a los medios de comunicación. Menos personal para gestionar su comunicación (consecuencia directa de la falta de dinero) y sus estrategias, y menos atención, todo hay que decirlo.
La otra carencia es la imposibilidad de realizar una campaña institucional como la que de forma paralela orquestan los partidos que se encuentran en los Gobiernos, autonómicos y municipales.
No pueden realizar falsas inauguraciones, no tienen el BOC para anunciar subvenciones en plena campaña, no tienen actos institucionales en los que dejarse ver y relacionarse con agentes sociales, no tienen funcionarios preparándoles proyectos para presentar en actos de partido…
LA CAMPAÑA INSTITUCIONAL
La finalización de las obras de Valdecilla ha supuesto el culmen de una agitada campaña institucional, es decir, un uso de las instituciones que pagamos todos para emitir mensajes que beneficien al partido que está en la institución, con sanción incluida de la Junta Electoral.
O el sprint final que ha pegado el consejero de Urbanismo, Javier Fernández, para (tratar de) dar por cerrado el problema de las sentencias de derribo en las urbanizaciones costeras o la aprobación in extremis de los Planes Generales, proyectos que tienen importantes repercusiones (y capacidad de generar expectativas) sobre el terreno, en los ayuntamientos.
Sin olvidar la lluvia de euros a la industria que puebla estas últimas semanas el Boletín Oficial de Cantabria o la reciente aprobación de ayudas a la natalidad en el medio rural, por citar un par de ejemplos de medidas adoptadas una vez convocadas las elecciones, cuando el Gobierno está en funciones y teóricamente no puede adoptar decisiones de calado. El Gobierno central está, también teóricamente, libre de este juego, pero también aporta sus euritos de arena.
LA CONFUSIÓN ENTRE PARTIDO Y GOBIERNO
La campaña institucional suele ir acompaña de la confusión entre institución y partido, que en esta campaña ha llegado al extremo con el balance en materia de empleo que presentó el presidente cántabro y candidato, en sede de partido, como aval para volver a votarle, el día que salieron los datos del paro del mes de abril.
Otro ejemplo: en un acto con empresarios, el candidato del PP (o sea, el presidente), anunció un refuerzo económico al Plan Industrial. Días después, Sodercan, empresa pública del área de Industria, anunciaba ampliación de capital, con la paradoja de que el programa del PP plantea redactar uno nuevo y de que la Ceoe y la Cámara de Comercio (o sea, las propias empresas, están redactando el suyo).
Y se llega al extremo cuando desde un partido se anuncia ya una medida que ni siquiera depende de esa administración, sino de otra, como es el Estado y con la que se trata de transmitir el mensaje de tener un acceso privilegiado a un ente público que, en principio, deberían tener todos los partidos por igual.
En la misma línea, el candidato Diego anunció en un acto del partido en Potes la inminente licitación por parte del Estado (previa llamada a la ministra de Fomento, en plan Revilla) de obras en el Desfiladero de la Hermida (dando un plazo incumplido, por cierto) o el anuncio también de que se contaba con el apoyo del Gobierno central para el proyecto, de partido, de un barrio cultural en Santander, en la calle Florida y el entorno de la Biblioteca Municipal.
La confusión entre partido e institución, con jefes de prensa municipales difundiendo información del partido (a veces desde el correo municipal), es prácticamente norma en Santander…
…donde el equipo de Gobierno responde a líderes sindicales de la Policía Local acusándoles de actuar contra el PP por denunciar el mal estado de sus instalaciones;
…donde siempre queda la duda de si los proyectos que presenta el candidato De la Serna (reforma de las estaciones o de la zona de El Sardinero) son ideas nuevas o futuras medidas del Gobierno recicladas (y si las ha elaborado un equipo del partido o personal del Ayuntamiento, es decir, pagados con dinero público)
…o donde las empresas constructoras son tan generosas que se encargan ellas de anunciar las puestas en servicio de las obras (la peatonalización de la calle Rubio, la pasarela entre la calle Alta y la calle Castilla) que el Ayuntamiento no puede inaugurar oficialmente, pero sí visitar dejándose caer (y fotografiar) en una fiesta organizada por hosteleros y comerciantes, comunicada desde la institución.
Obviamente, el uso partidista de las instituciones o de cualquier recurso que se tenga a mano no es patrimonio exclusivo del Partido Popular: en Torrelavega un concejal socialista presentó un proyecto de reforma de la Plaza Roja (sin desaprovechar las posibilidades de inversión publicitaria que se tiene desde esta institución) y los socialistas han echado mano hasta de una fundación amiga para que difundiera estos días un estudio crítico con el estado de la economía de Cantabria, sin olvidar a un PRC.
Una variedad del uso de las instituciones para hablar bien de uno mismo es usarlas para hablar mal de los rivales.
Es lo que pasó en el Iowa de Reinosa, donde el alcalde (y candidato) regionalista, junto al PSOE local, aprobaron una moción (o sea, nada con repercusiones legales reales) en la que instaban a que los candidatos electorales tuvieran “arraigo” en el municipio.
Una moción aparentemente inofensiva si no fuera porque en realidad se ajustaba como un guante a la situación de dos partidos de la oposición: la de la más tradicional de la portavoz del PP o la de la nueva, de la candidatura vecinal Reinosa En Común (a una de cuyos miembros un empleado municipal le llevó la moción a su puesto de trabajo) ¿Os habíamos comentado lo difícil que es formar listas con partidos nuevos en sitios pequeños?
LAS INICIATIVAS ¿ANÓNIMAS?
En la jornada de reflexión de 2003 buena parte de Santander apareció buzoneada con fotocopias que advertían de que PSOE y PRC iban a pactar, como efectivamente sucedió. Una iniciativa espontánea que coincidía con el principal discurso de campaña del Partido Popular.
Esas coincidencias de mensaje son habituales: en esta campaña unos ciudadanos anónimos tuvieron a bien gastarse dinero en alquilar vallas publicitarias con fotos de Ignacio Diego y el mensaje #nosabengobernar, que luego fueron sustituidas, los mismos emplazamientos, con carteles de Revilla y el eslogan Sabemos Gobernar.
Y existe una página, anónima también, llamada RevillaLeaks que difunde los gastos en comidas y otros lujos que efectivamente se produjeron en los años de gobierno de Revilla y Gorostiaga, a los que días antes se había referido en rueda de prensa el portavoz parlamentario del PP Eduardo Van den Eynde.
DURANTE LA CAMPAÑA
A veces son sólo anécdotas que ni siquiera cuentan los interesados: un partido, de los aspirantes, presentaba su candidatura en el Prado San Roque. Pues bien, acceder resultó difícil, porque a esa hora, conocida públicamente por figurar en las agendas que difunden las agencias a los medios, la Cuesta de la Atalaya para subir estaba cerrada por obras y el funicular, municipales los dos, pues no funcionaba.
O el tic que asoma en concejales del equipo de Gobierno y miembros de la lista cuando coinciden con actos de, por ejemplo, el Partido Socialista, que inmediatamente después recibe la visita de la Policía Local para comprobar si tienen todo en regla. Es decir, la primera reacción al ver a un partido de la oposición en la calle es pensar que está haciendo algo ilegal.
Hay negativas al uso de espacios públicos para actos, o actos que no se pudieron celebrar pese a que sí contaban con autorización.
Y luego están las peleas propias de los equipos de pegada de carteles, en teoría, sobre planchas asignadas por la Junta Electoral ha partidos concretos, pero en los que luego aparecen, por ejemplo, carteles del Partido Popular encima de los ya pegados por UPYD (Izquierda Unida ha denunciado lo mismo con Podemos), con el consiguiente perjuicio económico al partido ‘tapado’ si opta por reponer esos carteles.
LAS TRABAS EN LA JORNADA ELECTORAL
Las trabas se extienden, por supuesto, a la propia jornada electoral. El ejemplo más reciente se dio en las pasadas elecciones europeas.
En ellas, los partidos más pequeños denunciaron obstáculos, como el hecho de que sus papeletas no estuvieran en todos los colegios electorales o en todas las cabinas, o que incluso fueran ocultadas en alguno de los emplazamientos, entregándose sólo si se reclamaban expresamente.
Otro de los trucos es que a veces aparecen sobres que ya tienen la papeleta metida, o que hay sitios sin cabinas, o cabinas testimoniales que no dejan mucho lugar a la imaginación y no garantizan que el voto sea secreto.
Esto sin entrar a las tradicionales denuncias sobre los traslados de ancianos de las residencias a los colegios electorales previa sugerencia del voto.
Y en los municipios más pequeños hay votantes que se han sorprendido al comprobar como personas ligadas al partido que gobierna están presentes durante la votación, sin ser interventores, ‘pasando lista’.
Es una actitud que se mueve entre un recurso para tener capacidad de reacción y movilizar a los que no se ha visto, la presión sutil a los que están yendo y la posibilidad cierta de deducir a quién se ha votado al cotejar los resultados con los asistentes, que es algo que nunca está de más saber, que la legislatura es larga.
UNA FIESTA UNIVERSITARIA
No sé, esto de la fiesta de la democracia es más bien una fiesta universitaria, cargada de excesos democráticos, en la que si no has acertado con el grupo vas al lote de los pringaos y en la que encima pagas la novatada. A veces hasta tienes carabina.
Y sucede que algunos queremos licenciarnos y pasar de una vez al siguiente nivel, empezar a ser adultos y estar en una fiesta en la que nos divirtamos todos.