Virgencita, que no me toque ser refugiada
Ahora el tema de los refugiados sirios está en primera plana de todos los medios internacionales. Los europeos acabamos de enterarnos de que hay guerra en Siria desde hace cuatro años. Antes los desplazados que llegaban a nuestras costas eran cuatro contados, se quedaban la mayoría en los campamentos de refugiados de Turquía o Líbano.
Ahora que el problema es visible en Occidente, que muchos están huyendo de la miseria de esos campos, parece que de repente se ha convertido en realidad. Hasta ahora solo existía para las ONG que llevan más de dos años desbordadas, para los que sirven en las zonas de conflicto y para los periodistas que han estado siguiendo sus desgracias.
Y, como todo lo que ocurre en el primer mundo, el tema desaparecerá en una semanas y parecerá que está resuelto, que ya no existe el drama. Igual que ya nadie se acuerda de Grecia, ni de los que cruzan el estrecho huyendo de los conflictos del sur de África, ni de los parados y desahuciados españoles.
Bueno, miento. Ahora hay gente que se acuerda de los parados españoles. Muchos de los que hace semanas negaban que la situación fuese angustiosa para 4 millones de españoles, los que veían una economía floreciendo y todo arreglándose con la creación de trabajos por días. Ahora esas personas se dan cuenta de que realmente existe ese drama, y de que hay que ayudar. Por lo tanto, no hay sitio para los refugiados sirios.
Casi darían ganas de que hubiera llegado antes el drama sirio hasta nuestro país, pues así se habría desarrollado antes esa corriente de solidaridad que dice: «los españoles primero». Por supuesto, ellos primero, da igual las condiciones de cada uno, son nacidos en España y por ello tienen pedrigree. Así que te encuentras con gente que no se ha movido en siete años de crisis rasgándose las vestiduras porque ahora sí hay que ayudar. A los españoles primero.
Y, lo siento, pero poner prioridades en cuestiones de extrema necesidad me resulta un término… voy a decir dudoso. Porque los que dicen que los españoles primero, son los que piensan que los de una raza primero, los de una religión primero, o el ser humano primero…
Y eso me recuerda a esa expresión también muy usada: «¿Cómo puedes preocuparte por los animales habiendo un solo niño que pasa hambre?». Porque a fin de cuentas es sabido que la culpa de que haya niños que pasen hambre es de aquellos que piden por los derechos de los animales; bien es sabido que si te comprometes con una causa estás directamente negando el auxilio a otra, y que preocuparse por varias cosas a la vez sin poner prioridades es tan agotador para algunos que simplemente lo consideran imposible.
El tema de los refugiados pasará. El día 27 son las elecciones catalanas y los que ahora se preocupan tan repentinamente de los parados españoles verán sus sueños amenazados porque triunfe o no una corriente secesionista y se ‘rompa’ España.
Las televisiones dejarán de informar del drama sirio, pero seguirá existiendo. Al igual que la situación en Grecia no ha mejorado, ni tampoco han dejado de llegar pateras por el Mediterráneo. Los dramas continúan pero la atención se diluye.
En tres días se matará en un pueblo de neandertales llamado Tordesillas a un toro mientras es perseguido, lanceado y torturado entre los gritos de jolgorio de personas involucionadas. Puede que hasta haya enfrentamientos entre ellos y activistas antitaurinos, y los periodistas dirijamos la atención allí.
Pero un drama no sustituye a otro, solo se une creando una bola cada vez mayor. Y ninguna víctima es más que nadie, son dos personas, dos seres víctimas de circunstancias que en la mayoría de los casos son ajenas a ellos. Ninguno tiene prioridad sobre otro y todos merecen ayuda y comprensión.
Porque nadie se libra de encontrarse en paro, de ver peligrar de repente una hipoteca que parecía tan asumible, tu casa, tu vida; y tampoco nadie se libra de que una guerra te pille por medio, destruya tu vida, tus expectativas y todo lo que has trabajado obligándote a huir con lo puesto. Y nadie se libra de la ‘cultura’ de aquellos que solo saben divertirse con la sangre, y que se inventen o revivan ‘tradiciones’ consistentes en hacer daño a otro ser.
Nadie se libra del riesgo de vivir en este planeta y, aunque parezca que exista un pedigree entre nacidos en unos países y otros, en España sabemos muy bien cómo puede cambiar la historia de un momento para otro y pasar a ser nosotros las víctimas que huyamos. Así que como la seguridad absoluta no existe, la empatía y la comprensión entre los que ahora lo están sufriendo me parece la única medida posible.
Mi abuela siempre decía una expresión muy popular. «Virgencita, que me quede como estoy». Ella, que vivió una guerra y no pudo ni ser refugiada, que vio a su padre en la cárcel y supo lo que es pasar necesidad, comprendía hasta qué punto se puede estar peor de lo que estamos y cuántos de hecho lo están. Así que, recordando sus relatos de una guerra que no nos queda tan lejana como para no comprender la de los demás, yo reformulo: «Virgencita, que no me toque ser refugiada».
erreyerre
Sobresaliente y MH