Isaac Cuende cierra ‘La sucursal’
Le habéis visto mil veces. En alguna inauguración, en alguna exposición, en una obra de teatro. Discreto, sobrio, vestido de negro, si acaso con un sombrero. Y con Rosa a su lado.
Sobre todo, le habéis visto por la calle. Paseando o leyendo el periódico en un banco del Paseo Pereda. Era su despacho.
Isaac Cuende (Santander, 1930), Isaac, ha fallecido. Poeta y dramaturgo, considerado por muchos un referente de compromiso.
Su muerte se suma a la reciente de Antonio Montesino, editor de ese experimento que fue La Ortiga y que hace diez, veinte años, hablaba de pensamiento crítico y retorcía las realidades para hacerlas más reales. Los dos hacían cosas difíciles cuando más difícil era hacerlo.
No suele suceder, pero Isaac, que conoció a Rafael Alberti, que ha recibido elogios de premios nacionales de poesía, asistió a su propio homenaje.
Fue hace cinco años, en el CASYC: sus amigos le rindieron un homenaje de palabras y poesía. Por hablar, hablaron hasta sus personajes.
Los mendigos de ‘La sucursal’, uno de ellos se parece mucho a un cuentacuentos que habréis visto también mil veces en la ciudad.
Rompieron el telón de su obra de teatro más conocida y bajaron al patio, a la calle en la que vivían en la ficción, en la que ellos, ahora vivos pero esclavos, vivos y huérfanos de Isaac, nos hicieron dudar de si eran de verdad, de si eran una franquicia, de si estaban ahí escondiéndose, o de si en realidad lo que querían es que nos enteráramos de algo.
Porque los que abrimos ‘La Sucursal’ nos quedamos con la sensación de que ellos eran los mendigos, pero los esclavos éramos todos. De que tener trabajo no te hacía libre, y de que algo en lo que ahora pensamos más estaba pasando por ahí.
Pero entonces sonó el carrillón del desenfreno y cayó el telón.
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