“No hay un solo partido en Galicia que no haya sido financiado por el narcotráfico”
Hubo un tiempo en que los barcos que entraban en Galicia se topaban con una densa niebla formada por silencio y cocaína.
Un enemigo invisible con una alta capacidad de evolución, que se adaptó muy bien al terreno, porque la niebla no entiende de fronteras y llega a todas partes.
Y que pudo ser disipada, en parte, por la rebelión de unas madres que vieron como sus hijos desaparecieron dentro de una humedad que había calado hasta lo más hondo de toda una sociedad.
Sobre estos tiempos escribe el periodista Nacho Carretero en Fariña, de Libros del KO. Con él conversamos en Buenas Tardes Cantabria.
-¿Cómo se llegó a esta situación?
Al narcotráfico se llegó por un proceso muy largo que nace del contrabando. Portugal estaba muy cerca, con una economía muy pujante que contrastaba con la gallega. Se dio primero un contrabando fronterizo con elementos de primera necesidad. Luego, cuando ya no hacen falta esos productos, se va a lo rentable, que es el tabaco, y en los años 70 y 80 aparecen ya los grandes capos, figuras mafiosas que cuando quieren dar el salto a la cocaína ya tienen una infraestructura y poder, una connivencia política y social…
Los narcos trabajaban el hachís, pero se creó una normalización y una aceptación de las sustancias que llevó a los jóvenes a saltar de una a otra, que llevó a ver normal el consumo, en un fenómeno que estigmatizó a Galicia, que llegó a asociarse a la cocaína. Esa narcocultura hizo mucho daño. A mí en bares de Madrid han llegado a preguntarme si tenía droga al escuchar mi acento gallego.
En la Galicia rural, las localidades pequeñas, muy conservadoras, están regidas por líderes locales, alcaldes o contrabandistas que tenían más poder que el alcalde. La sociedad gallega prefería mirar hacia otro lado porque creaban empleo y generaban riqueza.
Los capos del narcotráfico estuvieron muy cerca de hacerse con las instituciones. Había capos que eran presidentes de Cámaras de Comercio, alcaldes de Alianza Popular, amigos personales de Fraga, presidentes de clubes de fútbol locales…
Estuvieron muy cerca de tener el control total de la zona y establecer un contrapoder, no llegó a pasar pero estuvieron muy cerca. Un juez que no quiere que se diga su nombre me dijo que no hay un solo partido político en Galicia que no haya sido financiado por el narcotráfico.
Hoy es distinto. A veces fotos como la de Feijoo con Marcial Dorado recuperan los fantasmas del narcotráfico. Cuando trascendió, Feijoo dijo que en aquella época era contrabandista y esa justificación sirvió.
-¿Cómo se produjo el cambio y se empezó a luchar contra los capos?
Cuando se empezaron a ver las consecuencias, cuando empezaron a caer los chavales, porque en Galicia hay una generación perdida, ahí reaccionó la sociedad gallega, plantó cara, se enfrentó a los capos jugándose la vida y obligo a instituciones a reaccionar.
-Y esa rebelión la lideraron las madres.
Sí, el valor que le puede dar a una madre el perder a su hijo es lo que llevó a estas madres a enfrentarse cara a cara, sobre el terreno, a los capos. A la presidenta de la asociación de madres que luchaban contra la droga la intentaron matar dos veces, hasta ese punto se jugaban la vida. Y fueron ellas las que empujaron a las autoridades a hacer algo. Si no hubiera sido por ellas, por ese levantamiento popular… Ellas empezaron con los escraches, asaltando pazos, entrando a los juicios a reventarlos…
-¿Y dónde estaban las instituciones esos años?
Es una buena pregunta, ¿dónde estaban las instituciones? ¿por qué les dieron tantos años de ventaja?
En la operación Nécora, cuando se produjo la reacción, el juez Baltasar Garzón dio orden de no informar en absoluto ni a Policía ni a Guardia Civil de Galicia y hacerlo todo desde Madrid. Eso da una idea de hasta que punto tenían controladas las autoridades e instituciones. No significa que todo el mundo estuviese comprado, pero quien no estaba comprado, no tenía ni medios ni facilidades para llegar a a ellos.
Por ejemplo, los policías nacionales de Rias Baixas, cuando perseguían a los contrabandistas de tabaco, ya estaban los narcos metiendo cocaína.
Y hay otro factor a tener en cuenta: denunciar a un narcotráfico era denunciar a tu vecino. Se habla de miedo, de una ley del silencio, como una omertá. La respuesta es que si el Estado no estaba haciendo nada, ¿por qué lo iban a hacer ellos?
No se puede pedir explicaciones a un vecino que se cruza todos los días con el narco. Esas explicaciones, todavía hoy, se las tenemos que pedir a los políticos.
-¿Has tenido problemas para preparar o presentar el libro?
En las presentaciones no he tenido ningún problema. Pero hay un espeso silencio sobre el tema, sobre todo en los pueblos pequeños, donde no quieren hablar o miran hacia otro lado. Es sangrante porque hablamos de algo muy nocivo, pero la mayoría de los entrevistados prefieren el anonimato, es una herencia del miedo a hablar durante muchos años.