Miedo
Y al final todo se reduce a eso, al MIEDO. Miedo a escribir y equivocarte. Miedo a un cuerpo hecho pedazos tras una bomba. Miedo en París, miedo en Gaza, Miedo en las fronteras, y más Miedo bajo tu cama.
Todo está hecho de Miedo. Del miedo nacerán mis palabras cuando me encuentre ante una mujer con hiyab en la cola del supermercado. Al pasar frente a la mezquita del final de la calle, al sentarme en el autobús junto a un anciano con larga barba y chilaba. O el Miedo a preguntarle la hora a una piel más oscura que la mía, a unos rasgos más ajenos que los míos, a una lengua que no es la mía. A una mirada diferente a mi “mirada”.
Demasiado miedo, sobredosis de miedo. Miedo a que se parezcan demasiado a mí esos muertos. Miedo a que se parezcan tan poco que ni siquiera me importen. Miedo a viajar a Francia, miedo a cruzar las fronteras del Miedo. Miedo a las Torres Gemelas, a los trenes de Atocha, a los suicidas de Leganés, a los atentados en Beirut, Londres, Egipto, Irak o Afganistán.
Miedo a las chinchetas en los mapas para recordar a los muertos por la causa sin pararnos a pensar ¿Cuáles son las causas de tantos muertos? Miedo a que haya una explicación y miedo a que no tengan explicación alguna.
Miedo a los valores de Occidente porque cada vez tienen menos valor. Miedo a vivir con miedo. A las profecías autocumplidas, a los mesías de telediario, a las pateras de coral y esvástica, a los discursos del miedo.
Miedo al choque de civilizaciones construidas para el Miedo. A las valla de concertinas con la realidad hecha jirones.
Miedo a desmenuzar las palabras en las manos del viejo sepulturero, miedo a caminar sobre el agua mientras el milagro es que aún no esté muerto, ahogado.
Miedo a los mercaderes del verbo construido sobre las lápidas de una discoteca sin voz.
Miedo a tantos “Ala es grande” en bocas tan pequeñas, de corazones tan insignificantes que necesitan creer que hay paraísos tras el click de una granada de mano, o un subfusil de asalto.
Miedo a las cruzadas que cruzan el comedor de las Casas Blancas dejando un reguero de sangre a su paso.
Miedo a la saliva de profetas escupida sobre los pozos de petróleo. Miedo al oro de sus dentaduras postizas mientras ríen sobre la miseria de una mina en Perú.
Miedo a los teléfonos móviles que estallan en la sien de quien no quiere escuchar. Miedo a no saber hablar para decir «¡Basta Ya!». Miedo al silencio hundido en las gargantas incapaces de romper las cuerdas vocales que las amordazan.
Miedo a las botas contra las cabezas víctimas de un perfil de Facebook.
Miedo a no sentir nada cuando escucho la cifra de muertos. Miedo a sentir más unas muertes que otras. Miedo a sentir demasiado y acabar explotando y miedo a no sentir nada y dejar que me exploten.
Estamos hechos de miedo y noches como esta hace que se muestre a flor de piel
Miedo a ser otra papeleta en una urna para favorecer el voto del miedo. Miedo a los predicadores de la indiferencia, a la indiferencia del predicado, al sujeto sin verbo y al verbo sin saber lo que quiere decir porque el miedo le bloquea.
Miedo a quien no reconoce el miedo que tiene, a quien primero dispara y luego pregunta. Miedo a las palabras en bocas de peces tan grandes que mastican al pequeño. Miedo a pescadores del miedo en ríos revueltos de sed. Miedo a no ser más que un parpadeo antes de cambiar el canal.
Miedo a “Je sui Charlie Hebdo” y Miedo a quien no quiere serlo. Miedo a la libertad de expresión que sólo expresa miedo y miedo a quien te niega la libertad de expresar el miedo que tienes.
Miedo por las paredes, en las poesías, en las voces, en las pegatinas del coche. Miedo en las banderas cada vez más grandes para tapar el cadáver de los muertos de miedo.
Miedo a la sinrazón, pero también a las razones que justifican el tiro en la nuca, el atentado, el asesinato, el “conmigo o contra mí”. Miedo a no pensar o pensar en cómo dejar de tener miedo haciendo que otros tengan más miedo que yo. Una insignia al valor del miedo. Una estatua al soldado reconocido.
Miedo a no comprender el porqué, o a tantos porqués que todos tengan sus razones. Miedo a olvidarte demasiado pronto porque la noticia ya pasó. Miedo a que otros mueran por el miedo de quien mata. Miedo a no poder mirar a la cara porque te encierran tras un burka de tela o de la talla 34, qué más da, ¿quién da más?
Miedo a pararme a pensar y olvidarme de que yaces en el suelo junto a mí y miedo a dejar de hacerlo y olvidarme de que yaces en el suelo junto a mí.
Miedo a que siempre paguen los mismos por los pecados de los de siempre. Estamos hechos de miedo y noches como esta hace que se muestre a flor de piel…para llorar.
Miedo, y una vela en tu recuerdo que no tiemble demasiado… y se apague.
Mahoma
Hombre. Comparar la tiranía impuesta del burka con la estulticia asumida de la talla 34…es para mirárselo.
Jose
Gracias Mahoma; No es exactamente como lo planteas:
«Miedo a no poder mirar a la cara porque te encierran tras un burka de tela o de la talla 34, qué más da, ¿quién da más?»
Fíjate: Estulticia: Ignorancia, necedad o estupidez de una persona. Quizás sea algo mas complejo…¿no?
Un cordial saludo