Con algo tan grave no hagáis de la excepción una regla
Los discursos son peligrosos, sobre todo porque calan en la gente. En quien quiere oírlos y también en aquellos que, por debilidad o indiferencia, no son capaces de discutirlos.
Y cuando un discurso se vuelve moda, hay que analizarlo. Máxime si detrás lleva unas consecuencias tan peligrosas como pueden ser el discurso de la violencia de género. Ahora es moda ir contra el feminismo, hasta en mujeres.
«Yo no lo necesito», «es que el feminismo es igual que el machismo pero al revés», «a mi ya no me hace falta», «es que vosotras odiáis a los hombres», «es que los hombres feministas sois unos débiles que solo lo hacéis para follar», «vete a predicar eso a Afganistán»… «Eres una feminazi», es también un calificativo cada vez más común. A mí me lo han llamado muchas veces, la última cuando le pregunté a un chico por qué una mujer que triunfa es porque se ha acostado con un montón de hombres. Fue una respuesta elocuente y llena de argumentos.
Ahora la moda es ir contra el feminismo, deformando su mensaje, insistiendo en que se busca la superioridad de la mujer y asegurando que ahora los hombres son atacados. Yo soy feminista, lo admito y lo digo con orgullo.
Porque para ello muchas mujeres (y también un porcentaje de hombres) se han dejado las lágrimas, el sudor y a veces hasta la vida para que yo goce de algunos de los derechos que tengo, otros tantos que he perdido y los que aún me quedan por conseguir.
Lo soy porque considero que hombres y mujeres no somos iguales en forma pero sí en fondo. Y no voy a disculparme por sentirme orgullosa de un movimiento que ha logrado tanto y sigue luchando.
Así que no me uno a ese discurso, al igual que no me uno al discurso, que no por muchas veces repetido será verdad, que dice que la mayoría de las denuncias por malos tratos son mentira. Que dice que ahora los hombres están indefensos por la ley, a pesar de que las mujeres siguen siendo asesinadas por decenas cada año.
No voy a caer en la trampa de hacer norma de una excepción en un caso tan serio. Porque siempre es porque un amigo de un amigo, o me han dicho, o mi cuñado cuenta que… Son casos excepcionales las que denuncian falsamente, y darles más importancia a ellas que a las miles de mujeres maltratadas es una manera de colaborar en su sufrimiento.
Yo sí conozco el caso de un hombre denunciado falsamente. Tan mala no será la ley cuando en ningún momento fue detenido, y ganó sin problemas la denuncia y la apelación. Porque la presunción de inocencia está ahí, y lo que no existe, no se prueba y, por lo tanto, no se castiga.
¿Que habría que endurecer más el castigo para las denuncias falsas? Sí, claro. Para cualquier denuncia falsa. Pero el tema de hoy no es ese, que nadie discute. El tema de hoy es que la violencia de género sigue siendo pan de cada día, que el discurso no se relaja sino que está empeorando con los años.
Y se percibe en que los más jóvenes son, ellos y ellas, más machistas que sus predecesores. Porque cada vez se considera más normal controlar, insultar, celar… ¡Por favor! ¿Cuándo se convirtieron los celos en un gesto romántico? ¿En qué momento de nuestra niñez se nos dijo que la agresividad hay que comprenderla, o que hay ciertas cosas que hay que aguantar porque «es que es el hombre más importante de mi vida»?
No, hija. Si tu novio o tu ex te insulta, no te quiere. Si te cela, no te quiere. Y te aseguro que si te lo encuentras por la calle y, en un arranque de lo que sea, te tira con un vaso de tubo a la cabeza, no es perdonable ni es justificable. Por mucho que vengan unos agentes de policía a decir que te lo pienses bien si quieres denunciarle, porque es tu ex, y es violencia de género, y claro, que igual le complicas la vida.
Ya vale de buscar siempre qué habrá hecho ella, cómo se comportará o qué llevará puesto, o simplemente por qué ha vuelto con él. Muchas veces están cegadas, sucumbidas o como quieras llamarlo, y no ven el peligro o les asusta más lo que pueda pasarles si se alejan. «Porque si hago lo que él quiere, igual…». Son situaciones que muchas hemos vivido con nuestras amigas, y sí, te dan ganas de hacerles entrar en razón.
Pero, insisto, ya vale de apuntarlas primero a ellas. Son las víctimas, las que se han tragado el cuento, el discurso. Volved la vista y miradles a ellos, a los agresores. Porque cada vez que decís que el feminismo no hace falta, o que una mujer que no se calla ante un hombre es una feminazi, les estáis dando alas a ellos. Y me da la sensación de que muchas veces no os dais cuenta de ello…
Quizá haga falta ponerse gafas para verlo. En Las Gildas ya lo han hecho, gran iniciativa de ellas y ellos.
Ana López
Ojalá algún dìa no existan los términos feminismo ni machismo, será síntoma de que todos somos iguales, que se respeta a todos por igual, que nadie es más que nadie.
No sé si ese mundo utópico llegará, a lo que se ve, va a tardar mucho aún.
Todo lo que los/las que nos precedieron hicieron por la igualdad se está diluyendo en esta sociedad alienada y estúpida, esta sociedad bien adocenada y adiestrada por el poder, que, como es sabido quiere seres sin capacidad de raciocinio.
Una sociedad donde los ejemplos son gente improductiva, inculta, barriobajera, en fin, chonis y canis,no puede ir muy lejos. Cuando la mitad de la poblaciòn está atontada por el fútbol y la otra mitad por programas vacuos no llegaremos muy lejos.
Los planes de estudio esconden cada vez más la historia, la filosofía, la música, el arte, es decir las materias que enseñan a la gente a pensar, claro, pensar es muy peligroso…
Pero es que los malos ejemplos los vemos continuamente, sobre todo en la publicidad, y si no , echen un vistazo a los catálogos de juguetes (aunque alguno va mejorando)
Cuando oigo el latiguillo ellos y ellas, compañeros y compañeras,me indigno, porque esas menundencias no son importantes, lo que hay que hacer es empezar desde abajo, volver a educar a las personas (niños y niñas)en el respeto, en el todos somos iguales.Los trabajadores con la misma cualificación y empleo deben cobrar lo mismo independientemente de su sexo.Los puestos de mando, los escaños políticos, los consejos de administración, etc, han de ocuparlos las personas más válidas para ello, independiemtemente de su sexo. Los jueces deben ejecutar sentencias ejemplares, y cumplirse. Nada de reducción de condena por trabajos a la comunidad para los maltratadores. Vigilancia en el cumplimiento de las órdenes de alejamiento, etc.
Los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos en la tolerancia, la solidaridad y la igualdad. Somos los responsables de transmitir los valores esenciales, esos que tan devaluados están hoy en día.