Sergio Tamayo (Unidad Popular): “Yo no me vendo por un sobao”
“Estamos abajo y a la izquierda”. Sergio Tamayo, candidato por Cantabria de Unidad Popular (la marca en la que se integra Izquierda Unida en estas generales) al Congreso de los Diputados, lo tiene claro: no reniegan de la izquierda y a ese voto apelan.
Y también tiene claro que lo importante es la confluencia con otras fuerzas o movimientos sociales, la Unidad Popular a la que remite el nombre de la candidatura “no acaba el 20 de diciembre”.
Porque, según ha afirmado en una entrevista en BUENAS TARDES CANTABRIA, el objetivo es lograr la confluencia con otros sectores de la comunidad autónoma y en todo el país, una “Syriza española”.
Para ello, recuerda su propia experiencia en ISECO (Izquierda Social y Ecologista, partido que concurrió a las autonómicas de 2011 con miembros de partidos de izquierda y de movimientos sociales), o a la presencia de Izquierda Unida en otras confluencias como la de el Ahora Madrid de Manuela Carmena.
En Cantabria, sin embargo, el proceso no fue posible, algo que achaca a que “había gente que había pensado que Unidad Popular iba a ser la fórmula para forzar a Podemos a negociar y como no se llegó a cerrar, hubo gente que decidió marcharse”.
Tampoco pudo ser con Podemos, como consecuencia de la “prepotencia” y la línea marcada por Pablo Iglesias, en un proceso general, el de la relación con Podemos, en el que admite que Izquierda Unida también debe hacer autocrítica, dentro del proceso de renovación que les llevó a depurar a los miembros manchados por su gestión en Bankia.
Aún así, matiza, Unidad Popular no es Izquierda Unida: en otras comunidades autónomas va con formaciones como la Chunta Aragonista y partidos similares, y en Cantabria se encuentran en sus listas personas procedentes de movimientos sociales (él mismo tiene un perfil más originario de ese mundo) o gente que se marchó de Podemos, en una proporción que viene a ser un 70% IU-30% independientes.
En consecuencia, como formación de izquierdas, “no nos escondemos, decimos quien está jodiendo el país” (grandes empresas de sectores como el energético, señalando en este punto el efecto del TTIP sobre el fracking, que permitiría a las empresas denunciar normas nacionales).
«NO ME VENDO POR UN SOBAO»
Y, en la misma línea, también dicen “a quien hay que rescatar”. “Hay mucha gente jodida, parados o pensionistas, tenemos que salvarla”. “somos de abajo pero a la izquierda, otros no lo lo dicen”, apuntan.
Ese es tal vez el principal reproche que le apunta a Podemos, su indefinición ideológica, o su recurso estratégico a Miguel Ángel Revilla, líder del PRC.
Porque indican que el PRC es, un partido “de centro-derecha”.
Y que su líder Revilla tuvo responsabilidad en materia de urbanismo entre 1995-2003, como consejero del ramo en la época de “las mayores barbaridades urbanísticas”, como la de Argoños.
O que como presidente entre 2003 y 2011 en la época de los “superpuertos” de Laredo –que supondrá una indemnización de 50 millones de euros a las empresas—o Castro o la carretera de Cabezón a Comillas, denunciada por movimientos ecologistas.
“Yo no pido el voto a cualquier precio. Yo no me vendo por un sobao”, ha aseverado.
EL VOTO ÚTIL
Para ellos, de todos modos, su principal enemigo es, aparte del “ninguneo” por parte de los grandes medios de comunicación (que han sabido combatir con originalidad y repercusión en las redes sociales), la apelación al “voto útil” (como sigue haciendo un PSOE al que ven una política económica “de derechas”, como se evidenció en el cambio de la Constitución Española).
Ahí, Sergio Tamayo advierte de que la apelación al voto útil “perjudica” porque es “el de la casta”. Para él, “el voto útil es el que cada uno crea y confíe, en su conciencia, que sirve”.
Y suma un argumento: al margen de ayudar a conseguir escaños, para tener un grupo parlamentario propio hacen falta un 5% de los votos en todo el país. Es decir, los votos que no computan para un escaño en Cantabria, por ejemplo, suman para el cálculo de la asignación de grupo parlamentario si se tienen pocos diputados, y el grupo parlamentario permite a los diputados tener más tiempo en los debates (si no, lo comparten con otros diputados en el seno del Grupo Mixto) y más recursos para su trabajo.
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