El 16M
Hace cinco años, mientras la gente miraba unas rastas que no eran tantas o trataba de buscar momentos para cotillear en las carteras si había dentro algún carné de partido, mientras otros sacaban la calculadora para tratar de traducirlo a votos y escaños, en la Plaza Porticada empezaron a pasar cosas.
Por ejemplo, allí, enfrente de la sede de la Caja que emitía preferentes desde paraísos fiscales y que concedía créditos más accesibles a sus consejeros, se reunieron los primeros interesados en la lucha contra el fracking, que luego generaría la primera asamblea contra la fractura hidráulica en todo el país. Luego vino un colectivo específico, muchas acciones, iniciativas parlamentarias y una ley específica contra la fractura hidráulica que no es suficiente. Pero las empresas del sector ya saben que no les sale rentable estar en contra de una población.
Ya había problemas de vivienda antes. Pero a partir de antes pasaron de ser un asunto privado a público. La PAH es uno de los grandes legados del 15M. Acciones en los bancos y de apoyo a los afectados –como la emocionante paralización del desahucio en Astilero—que consiguieron colar el asunto en las instituciones-. Hoy el Gobierno de Cantabria tiene una Oficina de Emergencia Habitacional.
Activistas mayores y jóvenes, veteranos y recién llegados, se han tomado cañas juntos en las reuniones de después de causas como la lucha contra la exclusión sanitaria (que también pasó a la agenda institucional), los comedores escolares (ídem), o, la última, el Pasaje Seguro por los refugiados, donde se han llegado a juntar personas que hace cinco años no hubieran coincidido ni en la misma cafetería de Santander.
Por haber hubo indignados en el Racing y en la vela, y hasta empresarios indignados (el “Ya está bien” de Vidal de la Peña, porque la empresa, como sí saben en el Colegio de Caminos o en el Business Hub de la castigada Torrelavega, también es sociedad civil, como lo es la cultura más cercana. con ejemplos como Eureka o Sol Cultural).
Hasta en la calmada Santander los vecinos afectados por el urbanismo nos han recordado que la foto de la Bahía no tiene por qué ser siempre tranquila y que cuando el viento sur agita las aguas de la Bahía resulta las fotos en Instagram son igual o más bonitas.
Porque el escudo de la ciudad tiene dos caras, y en una de ellas hay vecinos, santanderinos como el que más, protestando porque sufren las consecuencias del urbanismo.
Y el asunto también ha llegado a las instituciones con una reforma legal que clarísimamente demuestra que con este tema no había ningún problema y se quejaban de vicio.
HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LOS PARTIDOS
Les pidieron un programa, les reprocharon no tener líderes y no concretar propuestas alternativas. En definitiva, les reprocharon no ser lo que eran, un partido, y ser lo que eran, puro sentimiento expresado a gritos. Se lo reprocharon los que callaban, los que no se habían dado cuenta de que al menos podían hablar, o los que no necesitan megáfonos para que se les escuche en unos despachos que siempre tienen las puertas abiertas para ellos.
Les recriminaron agriamente no ser un partido político, porque se seguía y sigue pensando que los partidos siguen siendo la única forma de participar en política. Cada vez que alguien se mueve, da un paso, etc, la acusación que se lanza en ese submundo de los cafés y grupos de Telegram es o que están montando algo, o que quieren montarlo. Estrategia equivocada, porque quienes más influyen en las instituciones nunca necesitaron montar un partido, pero, eso sí, siempre han necesitado uno al que trasladar sus instrucciones.
El caso es que aunque hubo un partido que trató de recoger ese legado, y aunque en los escaños empezaron a sonar temas, esa estrategia se reveló en parte como un error que contaminó y dividió la PAH y que centró los esfuerzos de mucha gente en peleas y luchas que desgastaron enormemente a quienes las protagonizaron, bien lo saben ellos.
Llegados a este punto, muchos preferimos partidos sin iniciativa.
Porque en Cantabria las iniciativas han sido los teleféricos panameños, los planes eólicos, los trucos sucesivos para incumplir sentencias judiciales, los rescates varios a constructores, del Racing a Laredo, las normas cambiadas a medida que no hace falta ni siquiera sugerir en un reservado de Castelar porque basta con que se detecte la necesidad, los grandes proyectos que nunca se acaban porque siempre es culpa de otros o los debates artificiales que, eso siempre lo hemos reconocido, resultan superentretenidos, y no hay dique que los frene.
En realidad, lo que hace falta es partidos que escuchen, que atiendan, y aunque sea por cinismo electoral, recojan lo que pasa allá fuera. Que se dejen de su agenda y se centren en la de los demás. Porque la suya genera miedo. Porque la de los demás genera esperanza.
Y por eso, precisamente, hace falta que haya fuera más gente con megáfonos, con formularios de recogida de firmas, pidiendo usar este salón para una charla, para un debate, traduciendo el BOC o con la calculadora en la mano para demostrar que, efectivamente, es primavera y otra vez nos han subido los impuestos porque es que si no, no hay quien (a)pague esta montaña de neumáticos ardiendo en que unos pocos nos han convertido a Cantabria. Y como en la vida hay pirómanos y bomberos, apagar ese fuego es la tarea de este día después en que estamos, de este 16M que comienza ahora.
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