La Torrelavega optimista
En años como estos y en ciudades como aquella, se agradece que te hagan sonreír, que te recuerden de lo que eres capaz si te lo propones.
Es, porque existe, la Torrelavega optimista. En la que los gigantes se volvieron superhéroes y consiguieron seducir a una ciudad cansada ya, aburrida, de ser abandonada, de que la etiqueten como gris y humeante.
Es la ciudad en la que hay gente que se ha cansado de leer páginas negras en el periódico y ha decidido ser quien las escriba.
Allí, en la capital del Besaya, hemos visto en los últimos meses una feria, Biotierruca, que ha citado a más de 50 empresas del sector medioambiental, que es un sector y existe y crea empleo, y otra, el Trimarket, donde se han citado todos aquellos interesados en hacer algo nuevo.
¿Qué no hay sitio para estudiar en los locales públicos? Pues los habilita una academia de enseñanza.
Porque no todo son empresas que con una mano despiden y con la otra se suben dietas mientras piden ayuda para pagar impuestos y para vender terrenos.
En Torrelavega hay gente deseando crear empleo y hacerlo pensando en lo nuevo: lo intentó Siderit, los locos que destilaron ginebra desde Cantabria mientras el mundo se desmoronaba y los bancos pasaban del crédito, y que está claro que quería estar allí, y que si no están, no será por ellos.
A la ciudad que parió a Gutiérrez Aragón no le bastaba con un festival de teatro de referencia ni con un veterano festival de cortometrajes: no, el lugar donde tocan Jean Pierre, y de donde han salido el músico y diseñador Uve y los Templeton, ha apostado por ideas nuevas como el teatro cercano, casi cara a cara, de La Española.
Pensar en cosas nuevas, más aún, hacer cosas nuevas, es el gran mérito de los superhéroes de Torrelavega, mucho más que salvar el mundo. Para eso vale cualquiera. Pero para salvar una ciudad hacen falta todas las manos.