La sociedad civil ve floja esta campaña y pocos cambios electorales
Poca confianza en los políticos se aprecia por parte de la sociedad civil. Activistas, empresarios, profesionales… todos parecen vivir con hartazgo esta campaña electoral, la segunda en seis meses.
Estamos sobreinformados sobre la política, con demasiadas elecciones que se han sucedido desde las europeas en 2014, pasando por las autonómicas y municipales de 2015 y las dos nacionales en apenas seis meses al ser incapaces de llegar a un acuerdo para formar gobierno. Estamos en una época dividida, con una sociedad cada vez más plural.
Eso sería positivo si nuestros representantes estuvieran a la altura y llegaran a los acuerdos que solicita la ciudadanía. Sin embargo, nuestros políticos han dedicado esta campaña a crear aún más crispación que la que había hace seis meses.
La campaña de este 26J, ha sido una “no campaña”, como la denomina la experta en comunicación Sandra Bedia. “Ha sido una campaña de perfil muy bajo, muy aburrida, y que se está dirigiendo a gente que está ya más que harta de que le hablen de política”.
Por su parte, el periodista y activista Paco Gómez Nadal la ha tachado directamente de “patética y lamentable”. Nadal considera que los medios de comunicación masivos han impuesto la agenda política, convirtiendo a la nuestra en una “democracia mediática, no una democracia real”, y que los mensajes políticos están, por tanto, “muy condicionados por qué funciona o no en los medios”.
Lo cierto es que ha sido una campaña extremadamente musical. Desde el ritmo caribeño que se ha marcado la nueva versión del himno del PP, hasta ese rap que han compuesto en honor (y no sabemos si a favor o en contra) de Ciudadanos que, a su vez, se ha marcado un giro a la línea de los cantautores y hemos visto a su candidato por Barcelona, Juan Carlos Girauta, cantar una versión del Mediterráneo de Joan Manuel Serrat con solo una guitarra.
Los spots, como dice Sandra Bedia, lo cierto es que merecen mención aparte. Las campañas, por mucha sonrisa que le pongan y mucho a favor que digan que están, las han dirigido más a apuntar a sus rivales que a contar lo que ofrecen.
Y es que, ¿alguien puede decir exactamente las medidas que promete cada cuál para generar empleo, más allá de que comenzaran una puja de a ver qué partido ofrecía más puestos de trabajo? ¿Alguien sabe cómo piensan recuperar la decadencia de la sanidad y educación públicas? ¿Alguna medida de choque concreta para frenar el intenso drama de los desahucios? ¿Alguien sabe su posición sobre la violencia de género (más allá de que todos coinciden en que está muy mal), cuando en el debate de candidatos apenas le dedicaron unos segundos a un problema que sesga la vida de 80 mujeres cada año?
Seguro que tienen medidas para solucionar todos esos problemas. Seguro que hay muy buenas intenciones. Pero es que no las han explicado en ningún momento. Se han limitado a advertirnos de lo mal que irá todo si unos consiguen los sillones u otros los mantienen.
MENOSPRECIO Y HASTA INSULTOS AL VOTANTE
El problema principal es que da la sensación de que los partidos están más lejos de la gente que nunca. Precisamente en un momento en el que la ciudadanía exige mayor transparencia y cercanía a sus representantes.
Esta repetición de elecciones no deja de ser un mensaje a los votantes de que deben repetir curso como un mal estudiante. Resulta que la culpa es nuestra, votamos mal la otra vez y ahora tenemos que recapacitar para votar de un modo que les sea más cómodo a ellos.
Lo dice el propio presidente de la patronal, Lorenzo Vidal de la Peña. “Se está menospreciando al ciudadano, absolutamente, y ese es el mayor error por parte de todos”. Sí señor, de parte de todos, conviene recalcarlo.
Desde los que ven como facha a alguien por usar la bandera de su país o simplemente tener una idea más conservadora de la economía y la política, hasta los que insinúan que hay una alta proporción de votantes que son ignorantes o no quieren más que la sopa boba. Ese spot desafortunado de Ciudadanos, representando a un tal Ricky, con coleta y puño al pecho que emulaba a Pablo Iglesias, y que representaba a sus votantes. Ese al que los demás acusaban de “solo levantar el móvil”. Llamar vagos a los votantes de otro partido quizá no sea la campaña más inteligente si pretendes desanimarlos.
“Es que no deja de ser vosotros sois los malos, y tú más, etc…”, se queja el psicólogo y activista de la Plataforma Deba, José Antonio Bonilla. Y no le falta razón. Tachar de radical a un alto porcentaje o, como ha llegado a decir Rajoy, “los malos”, no es un modo muy acertado de escuchar a aquellos que piden un cambio a unas políticas que han dejado mucho que desear. Aunque lo que se pidan sea un cambio radical, porque quizá en muchos aspectos sí se necesita un cambio que gire por completo la situación.
“Yo creo que la gente está viviendo en la calle el hartazgo, el cansancio y la necesidad de que su política le pida perdón”, opina Sandra Bedia.
CORRUPCIÓN, RECORTES Y POCOS PROBLEMAS REALES
Y el perdón no estaría de más para una población que ha sufrido lo peor de unos recortes brutales impuestos desde Bruselas y aceptados sin ningún tipo de oposición por los Gobiernos españoles.
Pero es que encima hay algo muchísimo peor. Algo que, como dice Paco Gómez Nadal, es una “cosa insoportable que empieza a ser demasiado insoportable”. Y sí, es la corrupción. Porque una cosa es que te recorten, que te digan que hay que apretarse el cinturón. Duele, pero podrías entender la responsabilidad. Pero enfada y mucho cuando ves que ese ahorro se escapa directamente a los bolsillos de los de siempre y no a paliar lo que se supone que debía arreglar.
Y son dos cosas que pueden estar muy relacionadas. No lo digo yo, lo dice el decano del Colegio de Economistas de Cantabria, Fernando García Andrés. “Yo creo que hay cosas en las que todos deberían estar de acuerdo: educación, sanidad, y un pacto contra la corrupción y el fraude fiscal”, porque, denuncia, “estamos perdiendo mucho dinero” hasta el punto en que cree, que “todos los recortes que se han hecho no deberían haberse hecho”.
Este es un país en el que nos estamos comenzando a acostumbrar a que casi cada día salga un nuevo caso de corrupción y se hagan chistes negros sobre en dónde cae cada uno (como si fuese lotería). En Cantabria la última semana hemos tenido un caso reciente que, aunque pequeño, no deja de ser preocupante y censurable. Y es que la que tendría que preocuparse sobre la creación de empleo en Santander, la concejala del sector, ha estado meses dedicándose a sustraer fondos de la empresa que se dedica a crear empleo público.
Encima, ahora sabemos que tenemos a todo un ministro del Interior que, a pesar de su supuesta apretada agenda, encuentra tiempo para conspirar con el encargado de la oficina anticorrupción catalana para tratar de encontrar o forzar casos para hacerle guerra sucia a la oposición.
Y, mientras esto sucede, estamos perdiendo de vista los problemas reales. Los que de verdad importan, como resolver la exclusión sanitaria, que estos días ha sufrido un varapalo en Cantabria tras la sentencia en contra del Tribunal Superior de Justicia que anula la ley regional que se había creado para paliar este problema.
Algo que ha provocado una fuerte reacción en la Plataforma Ciudadanía Contra la Exclusión Sanitaria, que ha pedido que este domingo «se vote en conciencia, con un voto ético que sirva para conseguir una sociedad mejor para todas las personas».
También se está perdiendo en detalle sobre la educación pública, sobre los desahucios, que continúan como una gotera o también dar una solución digna a los refugiados, que no pueden esperar más, como ha recordado esta semana el colectivo Pasaje Seguro.
Quizá, como dice el presidente de CEOE, “el sistema político ha ocupado demasiado espacio” lo que en su opinión deja dos opciones: “o se recoloca en su lugar o habría que apartarle”. Puede que no sea tan mala idea, la verdad…
El problema es que, hoy por hoy, la creación de un Gobierno importa, y a los votantes no les vale uno cualquiera. Todos tienen su opinión y necesitan estar bien informados. Así lo dice la empresaria Patricia Oreña, que cree que los partidos deberían “explicar cuál va a ser su posición después (de las elecciones) y cuáles serán sus programas electorales”.
Y es que esto, cree, condiciona el voto de cada cual. “Cuando vas a votar un partido quieres saber con quién va a gobernar, y dependiendo de quién, yo cambiaría el voto, la verdad”, confiesa. Sin embargo, el psicólogo José Antonio Bonilla considera que este 26J, “muy poca gente va a cambiar el sentido de su voto”.
Al final lo que todos queremos lo traduce el cooperante José Carlos Ceballos que insiste que “espero que no haya que ir a unas terceras elecciones, porque lo que quiero, y creo que necesita este país, es un gobierno ya”. Y, añade, “en mi caso espero un gobierno que no sea el que hasta ahora existe, y que parece que estos seis meses está de prórroga y parece que vamos a llegar a los penaltis”.
Lo de los penaltis no lo sé, pero el partido ya empieza a hacerse largo. Muy largo y aburrido.