Los dos Revillas
Hay dos Revillas, como el escudo de Santander, que tiene dos caras, la de San Emeterio y San Celedonio.
Está San Revilla Tertuliano de Televisión, maestro del entretenimiento, animal político capaz de empatizar con el sentimiento de un murciano y de un catalán, tertuliano y humorista, fenómeno mediático. El Revilla de anoche, en el Hormiguero. El Revilla que nunca se ha emborrachado.
Y está San Revilla Presidente del Gobierno, donde los experimentos se hacen con gaseosa, y más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. El Revilla que recupera uno tras otro todos los temas de la agenda de su anterior etapa de Gobierno. El Racing, el Puerto de Laredo, Comillas, el Español, Sniace, Greyco y lo que haga falta.
Con esa estrategia, nada reconocible para un telespectador pero totalmente identificable para un cántabro, se ha subido a la tribuna de oradores del Parlamento, a las 10 de la mañana, y no ha soltado el micrófono hasta pasadas las 12 y media del mediodía, en un discurso que ha recordado a su etapa más castrista en Peñaherbosa.
Ha empleado todos los clásicos de cualquier presidente del Gobierno que lleva un año en el poder, con la salvedad de que él ha estado 17 de los últimos 21 en el trono.
LA HERENCIA RECIBIDA
Un año de Gobierno siempre es buen momento para hablar de la herencia recibida, da igual que fuera buena, mala o regular. Lo hizo el PP con el PRC-PSOE y hoy Revilla la ha devuelto.
De la herencia recibida ha pasado a la confrontación política con la administración central, aprovechando que parece definido que el color que tendrá en los próximos 3 años será azul PP, y por lo tanto adversario suyo y de sus socios del PSOE en el Gobierno de Cantabria.
VICTIMISMO REGIONAL Y CONFRONTACIÓN PARTIDISTA
Y por ahí ha conectado con la esencia de su discurso de siempre: la ausencia de infraestructuras de Fomento, el olvido de Cantabria por parte del Gobierno de España, el marco del mal-trato histórico del Estado hacia nuestra región.
Victimismo que va calando, a fuerza de repetirlo: los últimos en tener autovía con la meseta, los únicos que no tenemos AVE, los únicos que no nos sacan en el telediario, el desacierto en las predicciones del tiempo, la meteorologofobia. Todo un clásico.
Y como tercer elemento de su discurso, ahí estaba, el optimismo ancestral de cualquier partido que está en el Gobierno.
OPTIMISMO ANTROPOLÓGICO GUBERNAMENTAL
Porque el presidente cántabro ha apuntado una mejora de la economía, de los datos del desempleo – en vísperas del repunte estacional del mercado laboral-, y hasta de los indicadores industriales.
Un paisaje industrial de colores, un poco forzado, como forzadas son las recuperaciones de dos iconos como Greyco o Sniace, proyectos en los que ha tenido que intervenir el Gobierno, donde no se han despejado todas las dudas, y que no van a generar tanto empleo.
Y optimismo, a las puertas del verano, que cala mucho mejor en el ánimo de todos, porque quien más quien menos está a punto de irse de vacaciones, o por lo menos se puede escapar a pegarse un chapuzon en la playa.
A lo que se suma la mejora del empleo estival, la mejora que se espera en el sector del turismo y la bandera del proyecto del Año Santo Lebaniego 2017.
Carlos
No se por qué ha de cambiar su modelo o discurso si durante sus legislaturas obtuvo los mejores datos de la historia de Cantabria (con niveles mínimos de deuda y desempleo) siendo la Comunidad Autónoma que más tardó en sufrir las consecuencias de la crisis. Frente a su modelo (basado en I+D+I) la alternativa que ofreció Diego fue el turismo y el ladrillo y aún se desconoce cuál es el modelo que propone por ejemplo Podemos.