CONTRA LA INDIFERENCIA
El pasado 6 de Julio salían de Cantabria 14.751 kilos de Comida y Alimento Infantil, donados por el Banco de Alimentos, para ser entregado a los campamentos de refugiados en Líbano, donde hay más de 1.200.000 personas que han huido de la guerra de Siria. Una Iniciativa gestionada y coordinada, durante dos meses, por la recientemente creada Asociación ciudadana ayuda al refugiado Cantabria actúa junto a grupos como «El Poble Ajuda al Poble», empresas como Alfinter Forwarding o la Cántabra de Transportes ABC Logistics.
El día anterior llegaban a Cantabria, a través de las asociaciones Cantabria por el Sáhara y Alouda Cantabria, 70 niños saharauis, para pasar el verano junto a familias de acogida, como parte de su programa ‘Vacaciones en paz’. Una paz que lleva décadas secuestrada en campos de refugiados levantados en tierra de nadie, al final de una milla verde regada con arena y olvido.
Solo unos días antes, el 2 de Julio, moría Elli Wiesel, superviviente del Holocausto, que dedicó su vida a escribir, y dar testimonio, para que tal barbarie no se repitiera jamás. A recordarnos Los peligros de la Indiferencia (discurso dado en el Séptimo Encuentro del Milenio en la Casa Blanca, Washington, 12 de Abril de 1999):
(…) ¿Qué es indiferencia? Etimológicamente, la palabra significa “no hay diferencia.” Un estado extraño e innatural en el cual, las líneas entre la luz y la oscuridad, el anochecer y el amanecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal, se funden. ¿Cuáles son sus cursos y sus inescapables consecuencias? ¿Es una filosofía? ¿Es concebible una filosofía de la indiferencia? ¿Puede uno ver la indiferencia como virtud? ¿Es necesario, de vez en cuando, practicarla, simplemente para conservar nuestra sanidad, vivir normalmente, disfrutar una buena comida y un vaso de vino, mientras el mundo alrededor nuestro experimenta una terrible experiencia? Por supuesto, la indiferencia puede ser tentadora, más que eso, seductiva. Es mucho más fácil alejarse de las víctimas. Es tan fácil evitar interrupciones tan rudas en nuestro trabajo, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Es, después de todo, torpe, problemático, estar envuelto en los dolores y las desesperanzas de otra persona.”
Es el tiempo concentrado en un dedal para no sentir el tacto del tiempo. Hasta volvernos, aun peor que insensibles, tolerantes ante lo que vemos. Aun peor, indiferentes. Aun peor, hasta hacerles invisibles, sean quienes sean y vengan de donde vengan.
Y las tres parcas, esas hermanas hilanderas, nos recuerdan, a cada puntada, que nacemos, vivimos y morimos sin que la rueca vuelva a girar tras cortar el hilo. Sin que en su enorme muro de bronce seamos capaces de borrar la palabra FIN. –Malditas grafiteras del destino y su vandalismo nihilista y existencial-.
Pero es verano, y la marea alta oculta las lágrimas y la lluvia, lo cuerpos, de quienes lograron llegar pero no estar, agarrados a uno de los dos lados de ese hilo sin enhebrar que les separaba del fondo del mar, del otro lado de la alambrada. Y desaparecieron, como si nunca hubieran existido.
Pero la marea baja y, tras ella, emergen sus cuerpos. Pero la marea baja, y se nos hace más difícil tomar el sol. Pero la marea baja, y nuestro naufragio se hace evidente. Pero la marea baja, y nos vemos con el agua al cuello…
(…) La indiferencia no es el comienzo; es el final. Y por lo tanto, indiferencia es siempre el amigo del enemigo porque se beneficia del agresor, nunca de su víctima, cuyo dolor es magnificado cuando él o ella se sienten olvidados. El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar, se sienten abandonados, no por la respuesta a su súplica, no por el alivio de su soledad, sino porque no ofrecerles una chispa de esperanza es como exiliarlos de la memoria humana. Y al negarles su humanidad traicionamos nuestra propia humanidad. (…)”
Porque dejar de ser “noticia” no significa dejar de existir. Porque hay historias que merecen ser contadas y con ellas reivindicar la labor de una parte de la sociedad civil articulada, de diferentes maneras, con un objetivo compartido: Combatir esa maldita Indiferencia que nos está matando a todas. Y es por eso que cada vez hay más lágrimas insumisas que se niegan a confundirse con la lluvia, y cada vez más lluvia consciente de que la Indiferencia ahoga.
Quizás todos seamos gotas de lágrima y lluvia mezcladas. Cada cual que saque la romana y haga sus cálculos. Eso sí, sin las trampas del ego, la xenofobia, del dogmatismo, de la intransigencia, o de la marea alta.
Quizás como dijo Elli Wiesel “(…) a fin de cuentas, la indiferencia es más peligrosa que la ira o el odio. A veces, la ira puede ser creativa. Uno escribe un hermoso poema, una magnífica sinfonía. Uno crea algo especial por el bien de la humanidad, porque está enfadado con la injusticia de la que es testigo. Pero la indiferencia nunca es creativa. Incluso el odio, en ocasiones, puede suscitar una respuesta. Lo combates. Lo denuncias. Lo desarmas.”