Olmo Calvo: «El Patio Maravillas era un centro social de referencia en Madrid»
El fotoperiodista cántabro Olmo Calvo lleva viviendo en Madrid desde el año 2001 y siempre ha trabajado en lo que tenía más a mano: «Protestas, huelgas, desahucios… todo lo relacionado con la crisis económica y con el desempleo«, con documentales premiados como Los que se quedan y No Job Land.
Las realidades que tiene más cerca y con las que cumple una doble motivación (vital), profesional y de participación social, que le ha llevado de Argentina a Paraguay pasando por Bolivia, en Sudamérica, y a la frontera este de Europa, en la reciente crisis de refugiados donde ha retratado algunas de las más impactantes vulneraciones de los derechos humanos.
Olmo Calvo estará en Santander este martes 15 de noviembre, a las 19.30 horas, en La Vorágine Cultura Crítica
También conoce muy bien el Patio Maravillas, que lleva más de un año sin edificio para «un centro social de referencia» en la capital de España. Este fin de semana ha sido noticia porque en un breve intervalo el movimiento ocupaba un edificio vacío y a las pocas horas era de nuevo desalojado.
La fuerte reacción social en las redes ha sido un indicador de que estamos ante un cambio. Lo subraya Calvo en una entrevista concedida a EL FARADIO.
Así, explica que «en Madrid últimamente han estado yendo muy en contra del movimiento — okupa». Una «nueva forma de proceder» que contrasta con un «antes» cuando «había todo un proceso para poder desalojarlo».
Por eso, considera que «se está poniendo más complicado» y analiza que «no quedan tantos centros sociales ocupados en Madrid».
«AL FINAL EL CAPITAL MANDA»
Olmo Calvo no vincula directamente el fenómeno del movimiento okupa y sus dificultades para subsistir en Madrid con el de la gentrificación que se abre paso precismente en Lavapiés después de haber conquistado ya los barrios de Malasaña – donde tuvo su sede el Patio Maravillas- o Chueca.
Pero conoce bien los procesos de gentrificación, de la degradación de algunas zonas históricas de las ciudades para que sus habitantes tradicionales abandonen o se les expulse por la especulación que ante la expectativa de revalorización inmobiliaria de esos barrios.
«En Madrid los ejemplos de gentrificación son Chueca o Malasaña», que «pasaron del abandono absoluto a la reconversión, con locales más de moda, con la entrada de capital y la subida de los alquileres y del coste de la vida en esos lugares», lo que supuso «la expulsión de los vecinos de toda la vida y el cierre de los negocios para sustituirlos por otros».
En este sentido, explica que Lavapiés lleva bastante tiempo con el mismo proceso, que ya había comenzado en el año 2001 y continua 15 años después. «Ahora hay un revuelo en el barrio con un hotel en la plaza Lavapiés y hay un movimiento que se opone porque está en contra del turismo masificado».
En su opinión es «complicada la convivencia» del urbanismo y «se podría encontrar un equilibrio» pero «al final el capital manda» y «lo que se pretende es que las cosas sean lucrativas y den el máximo rendimiento».
Una reflexión de máximo interés en plena agenda de promoción del libro ‘Expulsados: Santander, la transición urbanística pendiente’, que investiga a partir de acontecimientos históricos como el incendio de 1941, procesos de gentrificación y segregación social en la ciudad y una forma de hacer en política urbanística que se mantiene desde la dictadura, que despierta movimientos vecinales de resistencia y que es común a otras ciudades de España, como la propia Madrid.
El libro, que se puede apoyar en este enlace, y se presentará de hecho en Madrid, el próximo sábado 26 de noviembre, en el restaurante de la familia Zamora, la Vaquería Montañesa, y en la librería de Lavapiés, Traficantes de Sueños.
EL CIERRE DE FRONTERAS EUROPEAS A LOS REFUGIADOS
El fotoperiodista torrelaveguense está en Santander este martes, 15 de noviembre, para participar en una charla en La Vorágine Cultura Crítica, titulada Mirada crítica: buscando un refugio con Olmo Calvo.
Narrará su experiencia viajando desde Atenas a la isla de Lesbos y a los campos de refugiados de Idomeni, desde agosto de 2015.
«Viví el cierre de fronteras de Hungría, el pacto de la vergüenza, cómo cortaron el flujo, el cierre de fronteras de la ruta de los Balcanes», recuerda.Son historias de «vulneración de los derechos humanos» que se dedica a retratar, como subraya.
Sus fotografías sirvieron de apoyo a la Asociación Octubre de Torrelavega, en la performance que desarrolló este pasado verano. «Colaboré, me pareció muy buena iniciativa. Vi los vídeos y me pareció muy impactante«.
REALIDADES COMPLICADAS PARA EL SER HUMANO
Además de fotografiar las realidades más cercanas, Olmo Calvo tiene interés en explorar otras «realidades complicadas para el ser humano», el hilo conductor de su trabajo, pero también «fuera de nuestras fronteras».
Tiene una importante experiencia adquirida, con vínculos en Sudamérica a partir de una beca de fotografía digital concedida por el Gobierno de Cantabria para ampliar estudios en Buenos Aires, Argentina. Allí creó la Cooperativa Sub, con compañeros que siguen trabajando.
Olmo ha estado «yendo y viniendo» para narrar historias como las de las Villas de Miseria, una favela como las de Brasil, explica, donde vive «la gente sin recursos».
De la Argentina de «la gran estafa de 2001», cuando el país se vio afectado por el Corralito, recuerda temas y reportajes que tienen «mucho en común» con España después del 15-M, en cuanto a que vivió historias de «asambleas populares, toma de fábricas, auto organización y auto gestión».
Fuera del ámbito urbano, también ha conocido la lucha de los campesinos paraguayos contra las grandes plantaciones de soja transgénica o la alta mortalidad materno infantil en Bolivia.