No hay arcoiris sobre las montañas del Cáucaso
Ha vuelto a suceder. Si ya las terribles y draconianas leyes homófobas, que paulatinamente han ido aprobándose por los distintos parlamentos o ejecutivos de los otrora países miembros del Bloque Socialista, dejaban al colectivo LGBT desarropado ante posibles agresiones, las conocidas como “regiones en disputa / rebeldes” han creado el horror sobre la faz de la tierra.
Un caso reciente bien podría ser la península de Crimea, donde el gobernador de la región desde la anexión rusa, Sergey Aksionov, advirtió que “Los homosexuales tienen dos opciones: No mostrarse en público, o abandonar la República Autónoma de Crimea. Si siguen con su estilo depravado de vida…les enseñaremos a volver al redil de la humanidad”. Sin duda alguna, palabras terribles y que deben ser sancionadas desde todo estado de derecho.
Pero el momento crítico ha sido unos días atrás, cuando el semanario ruso “Novaya Gazeta”, junto a Human Rights Watch y el International Crisis Group, advirtieron que Ramzan Kadyrov, autócrata de la región de Chechenia -de facto independiente, pero de jure, república federada en Rusia-, había creado al menos dos campos de concentración para encarcelar y exterminar a gente de orientación homosexual.
Uno de ellos, en la villa natal del clan Kadyrov (Tsentoroi, antiguamente conocida como Khosy-Yurt); donde ya anteriormente se habló de una “prisión medieval secreta”. Otro, en la ciudad de Argún, tercer asentamiento en población de la república, tras Grozny y Vedeno.
Presumiblemente, la elección del segundo enclave, no fue al azar. Argún, desde 1999, fue el enclave fértil de la guerrilla islamista que luchó contra las tropas federales rusas y posteriormente contra Ajmat Kadyrov.
El padre del actual líder era un ex guerrillero de formación teológica (muftí o jefe religioso de Chechenia), que en 2000, tras la llegada de Vladimir Putin a la jefatura de estado; cambió de bando.
Se comenzó el proceso de “chechenización”, en el que la población local que hubiese renunciado a la lucha armada, podría introducirse en los nuevos órganos de seguridad; controlados por el ex muftí. De poco sirvió: Ajmat Kadyrov, fue despedazado por una bomba remota, durante el día de la victoria (9 de mayo de 2004).
La zona pasaba a ser un polvorín de nuevo y el presumible sucesor (Ramzan Kadyrov) no llegaba aún a la edad legal establecida por la constitución rusa, para acceder a la presidencia de la república (30 años).
Se organizaron unos comicios -tildados de fraudulentos por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa)-, ganados con el 83% de los votos por el antiguo ministro del interior, Alu Aljánov. El cual, sería cesado en un putsch palaciego, obra de Ramzán Kadyrov al cumplir la treintena y accediendo así al control total, en Febrero de 2007.
«ISLAMIZACIÓN DESDE ABAJO»
La llegada de Kadyrov, a diferencia de su padre, se basó en un retorno al Islam clásico (sufí/místico, de la escuela teológica Shafi’i), para contraponerse al integrismo presente desde el segundo conflicto contemporáneo con Rusia (de 1999 a 2009). Todo ello, unido a una “islamización desde abajo”, promulgada por Kadyrov.
Las mujeres (incluidas las pertenecientes a la escasa minoría rusa o ucraniana, de credo cristiano ortodoxo) fueron obligadas a velarse en los edificios oficiales, se promulgaron leyes contra el juego y alcohol, junto a despenalizarse la poligamia.
Pero no sólo con esto, tal cual indicó el director de la ONG “Memorial”, Oleg Orlov: “Hemos vuelto al Cáucaso de 1937, donde se arrestaba a cualquier disidente y no se le volvía a ver sobre la faz de la Tierra”.
Primero fueron los familiares de los presuntos rebeldes o separatistas, secuestrados por las milicias de Kadyrov (incluidos los familiares del ex presidente independentista, Aslán Masjádov);, luego periodistas independientes, como Natalia Estemirova (abducida en Grozny y tiroteada en la frontera con la región de Ingushetia); los asesinatos extrajudiciales, fuera del país (Umar Israilov en Viena, Sulim Yamadayev en Dubai, este último, supuestamente a manos de Adam Delimjánov, primo de Kadyrov y en la actualidad, diputado en el Parlamento Ruso), para hoy, recluir a gente de orientación gay (junto a que los mismos, de volver a sus casas, pueden ser víctimas de “crímenes de honor” por deshonrar a sus familias, asaltos que el propio líder de la república, aconseja realizar y/o sanciona), o las palizas a mujeres que usen sistemas de mensajería directa como Whatsapp o Telegram.
Quizás el momento más pavoroso fue en octubre de 2011, en el 35º cumpleaños de Kadyrov. Unos fastos calculados en unos 18 millones de euros, con la presencia de la violonchelista Vanessa Mae, la actriz Hillary Swank y el actor Jean Claude Van Damme, que loaban la figura del ácrata como “garante de paz”, desde el centro de la Gran Mezquita Ajmat Kadyrov de Grozny. Sin saber que a escasos 10 kilómetros de ese recinto, no pocas almas, desde disidentes hasta personas de credo devoto o del colectivo LGBT, purgaban sus “penas” en cárceles sacadas de las peores pesadillas medievales. Aunque esta vez, demasiado real, por desgracia.