Miradas minimalistas
“La mirada del poeta hace pedazos el espejo en el que se mira, y en cada uno ve el mundo” es un aforismo contenido en el libro de mi autoría “Disparos al aire”. “Fugaz tránsito” es una antología poética de Ramón Maruri, que lo hace bueno. El autor rompe el espejo, en que se mira, que no es sino él mismo, en 111 miradas, y en cada una de ellas ve, y deja ver, el mundo, todo. Son, sus miradas, como aquellas mónadas, que según el filósofo alemán Leibniz, se compone el universo, cada una de las cuales es una imagen esencial, en la que el universo es conocido en su totalidad.
Así son las 111 miradas de Maruri al mundo. Pero, a diferencia de las mónadas del filósofo, las miradas del poeta, más que núcleos para una explicación racionalista del universo, son destellos emocionales, sabedor, el poeta, de que la emoción y el sentimiento son también formas de conocimiento.
Los 111 destellos están distribuidos en 8 partes, precedidas de tres citas, -de R. Walser, J.M. Coetze y L. Tolstoi-, que dan una pista de la dirección de las miradas y sus itinerarios. En una la primera parte, toman la forma de aforismos, algunos cercanos a la greguería; en la quinta, se expresan en haiku, mientras en el resto se suceden breves poemas, que bien pueden ser tenidos como una suerte de haiku.
Los aforismos, una muestra de genio e ingenio, constituyen la visión de una realidad, más que fugaz, inconsistente, que el ojo de la cara ve, y la imaginación convierte en otra, incluso en su contraria, porque se deja. Ellos y las cuatro cuartetas, -cuarta parte-, “Cante por carceleras”- en las que la gracia se compadece con la pena en sus dos sentidos -la que sufre y la que da el preso- , romperían la unidad formal y de fondo del poemario, si no se tratara de una antología.
Tiempo, luz, pájaros, árboles, mar, amor, vida, luna, flores, cielo, nubes…son partes del mundo a las que dirige el poeta la mirada, a la que ilumina, iluminándose. Es una mirada poéticamente limpia, despojada de accesorios que perturben la pureza de lo visto –son escasos los adjetivos-, para fijar la esencia del mundo, como las mónadas de Leibniz, en cada poema, en cada verso, en cada palabra. Se siente, el lector –al menos, este- persiguiendo en la brevedad del poema y, dentro de él, del verso, la palabra esencial, que no se deja nombrar, pero que sin ella no se podría nombrar todo cuanto puebla el mundo. Así, la mirada del poeta, minimalista y monádica es la del ojo del espíritu.
El poemario de Ramón Maruri remite a la poesía del argentino Hugo Mujica, y al José Ángel Valente, que indaga en el “silencio sonoro de la palabra”. Poetas esencialistas. Poetas de una mística pagana, una mística de lo sagrado que anida en el mundo. Los tres. Cada uno a su manera.