Más allá de Cataluña
Por desviar un poco la mirada de ese foco que apunta a un único sitio y con un único tono, tenemos que recordar –y lo hacemos en primer lugar porque lo importante va arriba— que esta semana el Parlamento de Cantabria ha aprobado una Ley que da más garantías a los vecinos que se encuentren con que, de repente, son minoría frente a una empresa que tiene planes para su barrio. Sucede que a veces se gana: también, y no nos ha dado tiempo a contarlo porque a veces no llegamos a todo, esta semana se ha producido una nueva baja en los permisos del fracking. Van varias ya, hasta el punto de que casi podemos decir que en Cantabria la única fractura que nos preocupa es la de los partidos políticos. Y tranquilos, que sobreviviremos.
En Santander vamos a contar con un nuevo espacio para la cultura, L’Asubiu, que además tendrá entre sus prioridades el recordatorio de la identidad marinera de Santander, esa ciudad en la que puedes pasar del Ayuntamiento al Centro Botín, del muelle a Puerto Chico y San Martín o El Sardinero sin encontrarte a nada que te recuerde a los auténticos Santanderinos de Toda la Vida.
Los arquitectos cántabros van a reunir en los próximos meses a un grupo de expertos de todo tipo para analizar la ciudad desde distintos puntos de vista, para ver sus retos de futuro y descubrirla como un espacio integral, como algo más que la suma de edificios y calles.
Y claro que hay cosas que tienen que mejorar, porque las instituciones cántabras siguen teniendo una mancha ‘blanca’ porque la parte conservadora de los socialistas cántabros ha decidido ligar sus destinos a un gestor cuestionado y dudoso, o porque el presidente cántabro dejó las televisiones por un día para identificar pobreza y delincuencia, como si en este país no estuviéramos teniendo un problema con la gente que ya tenía mucho dinero y le pareció poco.
Pero estamos a punto de no necesitarles más que para lo imprescindible –hace tiempo que ya sólo les pedimos que al menos no estorben–: la gente de Dínamo ha demostrado que una iniciativa artesana y sostenible, de integración social, puede cumplir 20 años; la PAH da nuevos pasos en esa red de apoyo mutuo que han creado ciudadanos perjudicados por el sistema financiero; y hay gente que está sacando parte de su tiempo para protestar por los que peor están: las mujeres víctimas de explotación sexual, o los refugiados que no llegan porque nuestros Gobiernos no tienen palabra.
Ya sabemos que no hace falta abrir minas ni esperar al gran proyecto, cuando vemos como los hortelanos de Arnuero se unen a los hosteleros para poner en valor sus productos o como surgen ideas como esa academia de diseño para niños que va a abrir sus puertas en Santander.
Así que, tras comprobar que este fin de semana podremos escuchar poesía o a los músicos de la Big Band en esa calle del Sol en la que hosteleros y creadores suman fuerzas para algo que les trasciende, hoy más que nunca nos queremos decir que hay más temas, más problemas y más gente dispuesta a buscar soluciones y que nos podemos permitir el lujo de ser optimistas.
Y, sobre todo, porque en tiempos en los que tu Whatsapp y tu Facebook se están convirtiendo en ese espejito mágico que te devuelve la propia imagen de tus pensamientos, amplificada y sin matices; ahora que estamos pasando de los tuits a las pintadas, esta semana pudimos escuchar una tertulia sobre Cataluña en un tono sosegado, sin insultos ni zascas ni esa constante apelación al hablar en plural (vosotros es que….), en la que, incluso, llegamos a oír expresiones que parecían olvidadas del lenguaje público como “no estoy de acuerdo” y “tienes razón en”.