El otro FITUR
En FITUR para conseguir destacar es mejor ir en vaqueros. Lo normal no es lo frecuente
Pasear por FITUR es un poco como salir de fiesta por Llanes en temporada de despedidas de soltero: un montón de grupos de gente disfrazada deambulando de sitio en sitio para divertirse por obligación.
Tribus aborígenes, caballeros templarios (sí, caballeros templarios desfilando), matrioskas rusas, hombres con falda que no tengo tan claro que fueran escoceses, y junto a ellos la tribu de los hombres con traje y maletín.
Aunque lo segundo que más hay en los pabellones del recinto ferial del IFEMA es periodistas, y, sobre todo, televisiones. Resulta muy difícil andar sin colarse en plano de alguien haciendo una entradilla.
Es normal: la Feria Internacional de Turismo surte de imágenes vistosas, de las que necesitan desesperadamente las teles para abrir el telediario de las tres.
El problema es que hay tanta imagen vistosa, tanto color y tanto exotismo que todo eso resulta lo normal y al final sólo llaman la atención los recursos clásicos, ya saben, los pechos de Gandía (que se deshincharon hasta dimensiones más modestas en cuanto estalló la polémica).
En el fondo, ese es el problema de FITUR, es decir, de la competencia turística: todo es muy bonito y resulta difícil atraer al viajero sólo por que sea bonito.
Stand de Colombia || Foto: @nos_vamos
Afortunadamente, hay otro FITUR que no sale en las teles y que, como suele suceder últimamente con lo que no sale en los medios, es mucho más real.
En esa feria basta por salir de España y viajar por otros pabellones para comprobar que la burbuja del pabellón más llamativo es un fenómeno más bien español, un poco (en realidad, un mucho) como los Palacios de Congresos en cada barrio o los aeropuertos sin aviones.
En la otra feria los otros stands tratan de llamar la atención, está claro, pero ese no es su único objetivo. Suele haber un recurso que atraiga y tenga que ver con el país (los mojitos en Cuba o los cafés de Colombia, al menos hasta que legalicen su otro producto típico) y un miniteatrillo para acciones públicas o espectáculos.
Los profesionales del turismo se citan a ver si se les da bien y consuman
Pero sobre todo, hay mesas, muchas mesas, filas alargadas de mesas, en las que se sientan empresarios, operadores, hosteleros, etc…, para cumplir el fin de lo que viene a ser FITUR: un sitio para entablar speed datings, citas rápidas, con el objetivo final de lograr el flechazo empresarial y que el contacto iniciado lleve al catre, al negocio.
Resulta difícil hablar de turismo y abrir mercados en una comunidad en la que los viajeros a FITUR han tenido este año caras más cansadas, porque el desplazamiento a Madrid ha tenido que hacerse en coche y no en avión, tras la espantada de Ryanair; y tampoco ayuda el pensar que el próximo viaje del responsable de las políticas turísticas del anterior gobierno regional vaya a ser a los juzgados.
LA PROMOCIÓN DEL DÍA A DÍA
El otro FITUR no está tan pendiente de la competición por el stand ni de recrear una burbuja institucional. Ni siquiera de los titulares o de los grandes proyectos a los que las grandes palabras señalan como tabla de salvación.
No pasa nada. En Cantabria, ese turismo que está dejando la Edad Media para iniciar el Renacimiento vive un FITUR cada día. Sí que están dejando la Edad Media, porque han asumido que no pueden depender de señores feudales y que hay que empezar a formarse y profesionalizarse.
Lejos de consultores y eslóganes cambiantes, las iniciativas empresariales y locales tiran del carro, día a día, y en El Faradio pudimos comprobarlo hablando con ellos.
Está Picos Extreme, la apuesta de Oscar Sebrango, turismo de aventura en Espinama que innova conjugando nuevas modalidades como el trail running con otras más clásicas, como el esquí de travesía con raquetas.
La alimentación tira de las iniciativas en el medio rural
Están los quesos que poco a poco exceden el mercado en el que nacieron para venderse fuera de Cantabria y llegar incluso a Estados Unidos.
O la locura que han puesto en marcha Laura e Itziar, que le han dado una vuelta al vino para hacer….mermelada. Mermelada de vino. Es algo nuevo pero no tanto. Es innovador porque poca gente lo hace y además ayuda a combinar en la cocina con carnes o foie. Pero en realidad es una receta tradicional muy usada en Francia y que usaban las abuelas para dar salida al vino sobrante.
Se trata de innovar, de hacer algo diferente. Lo saben bien los profesionales del turismo, en una lucha constante por actualizar las esencias.
Y los que atienden al personal desde dentro de la propia consejería. El carismático Marco Pérez lo tiene claro: tras doce años en Fitur, está harto de presentaciones aburridas que “no hay hijomadre que las trague” y basadas, fundamentalmente, en repartir comida.
Cada uno hace lo que se le ocurre, y en su caso, fue recrear el clásico concurso televisivo del ‘1,2,3’, azafatas con gafotas incluidas, para regalar fines de semana en Arnuero a todos los visitantes de la feria.
Al final, llega el momento en que en la maquinaria engrasada en que se va convirtiendo el sector privado turístico en Cantabria cada uno cumple su función: Rulo canta en el stand, los cocineros ‘michelines’ preparan degustaciones y las santoñesas desalan anchoa en vivo, mientras lejos de los flashes, lejos del atril, e incluso lejos del stand, la maquinaria de repartir tarjetas se activa. Pese a que lo importante es el día a día, hay que ir. FITUR 2014: un, dos, tres, dentro de un año,volvemos otra vez.
