El fin de Flynn
24 días. Ese fue el mandato más breve de un asesor de seguridad nacional (NSA en inglés), desde la creación de ese cargo, en los inicios de la Guerra Fría. No sería otro, que el de Michael T. Flynn, uno de los principales aliados de Donald Trump en su campaña hacia la Casa Blanca, hace exactamente un año. Ahora, Flynn ha caído en desgracia y oprobio, tras demostrarse que mintió a las autoridades judiciales del país, acerca de la posible injerencia del gobierno ruso, en los comicios de 2016.
Es más, Flynn, está siendo apuntado directamente por organizaciones de derechos humanos, tras salir a la luz sus actividades como intermediarios de administraciones consideradas como autocráticas, tal como es el caso del Kremlin y el ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan, en Turquía. Flynn, cobró 50.000 dólares por atender una gala del canal ruso RT, a favor del presidente Vladimir Putin, así como de estar a punto de recibir un posible pago de 350.000 dólares, por lograr la extradición a Ankara de Fetullah Gulen, un clérigo crítico con el partido AKP, que gobierna el país euroasiático desde 2002.
Aunque lo más grave en este caso, es el factor, de que Flynn, lideró junto al yerno de D. Trump (Jared Kuchner) el equipo de transición desde el ejecutivo saliente de Barack Obama, hacia el de Trump. Quedó patente que Flynn, mantuvo conversaciones con el por entonces embajador de Rusia en EEUU, Sergei Kysliak, para levantar las sanciones contra Rusia; tras la anexión de la península de Crimea en Ucrania por Moscú.
Junto al ahora ya culpable (aunque a través de un acuerdo con la fiscalía, liderada por el ex director del FBI, Robert Mueller) Flynn, las miras apuntan a su segunda dentro del Consejo de Seguridad; K.T. McFarland (hoy también cesada y enviada como embajadora a Singapur) y varios lobistas que donaron numerosos fondos a la campaña del actual jefe de estado, junto a que establecieron varios canales de comunicación con empresarios y diputados rusos.
Todo ello dejó a Flynn -que llegó a ser mencionado como posible vicepresidente de Trump, o secretario de defensa-, convertido en un juguete roto.
Michael T. Flynn, de 58 años, fue hasta 2014 uno de los mayores héroes; dentro del selecto cuerpo de las fuerzas especiales estadounidenses. Fogueado en las invasiones de Granada en 1983 y de Panamá, en 1989; pasó al mando central del ejército en 2001, a pocas semanas de lo ataques del 11 de Septiembre. Desde allí y tras un breve paso en Irak entre 2006-2007, se convirtió en el asesor del general Stanley McChrystal en Afganistán. Allí, ambos consiguieron desarrollar una respuesta de contrainsurgencia, a la guerra de guerrillas librada por el movimiento talibán y sus aliados.
El cambio de administración en EEUU, a partir de 2009, benefició a Flynn, un votante demócrata registrado desde varias décadas atrás. El primer presidente afroamericano del país, Barack Obama, designó a Flynn como el nuevo director de inteligencia (la denominada “CIA del Pentágono”), tras el cese de su antiguo coordinador, Dennis Blair, por sus continuos encontronazos con el presidente.
Dicho relevo no fue para mejor. Flynn chocó directamente con tres pesos pesados del ejecutivo como eran la secretaria de estado, Hillary Clinton, el secretario de defensa, Leon Panneta y el director interino de la CIA, Michael Morell. Tampoco ayudó el factor de que se guiase en sus análisis, por las denominadas “fake news”, vinculadas a grupos de extrema derecha, como la web Breitbart News.
Unido a todo ello, sus soflamas islamófobas no hicieron si no ensombrecer su figura, en un momento en el que el autodenominado Estado Islámico, proclamó su califato global. En Agosto de 2014, Flynn dimitía (o fue despedido, nunca fue confirmado). Procedió a crear una consultora, el “Flynn Intel Group”, cuyo segundo de a bordo, era su hijo, Michael Jr.
Y desde el inicio de la campaña presidencial de Donald Trump, pasó a ser su “hombre fuerte”, en temas de relaciones internacionales. Por esa misma época, publicó su ensayo “El campo de la batalla”, tildado como extremista, anti musulmán y defensor de los denominados “dictadores benévolos”, en busca del “excepcionalismo americano”.
Tras la inesperada victoria de Trump, en noviembre de 2016 y su confirmación como asesor de seguridad nacional, el viraje del ex jefe de inteligencia militar, se completó: Pasó a defender en casos concretos las “técnicas avanzadas de interrogatorio” (tortura), se le considera junto a John F. Kelly, secretario de seguridad interna, el cerebro detrás el veto de refugiados a países de credo musulmán, junto al desarrollo del muro de la vergüenza, frente a la frontera mexicana y la deportación de todo migrante indocumentado.
Al ser despedido fulminantemente por mentir al vicepresidente Mike Pence, por sus contactos con Rusia; la pesadilla de Flynn seguía adelante. Ni el cese del director del FBI, James Comey o de la fiscal general interina, Sally Yates, han evitado su procesamiento y caída. Hasta su intervención en el documental de National Geographic “Siria, el infierno en la tierra”, ha sido eliminado. Damnatio memoriae de quien estaba llamado a ser un peso pesado del gabinete que iba a “Hacer grande a América otra vez”.