La cabalgata de La Prohibida

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Así comenzaban los tuits de “La Prohibida” tras finalizar su intervención en la cabalgata de reyes en Madrid. Ojalá en la cabalgata de Santander se hubiera visto una carroza así, ojalá todas las carrozas siguieran la estela de “La Prohibida”. Pluralidad, diversidad no son palabras que agredan a nadie, que inciten al odio, que adoctrinen, ni que laven el cerebro a ninguna niña o niño. No acaban con ningún espíritu navideño, ni con ningún mensaje de paz y fraternidad. Al contrario…

Mientras por el paseo Pereda avanza una representación local de “La guerra de las galaxias” no puedo ocultar una sonrisa de complicidad con las tropas imperiales y con su renovado papel en el imaginario popular. Personajes de cuentos y dibujos animados se convierten cada año en los teloneros de sus majestades. Nadie necesita ser excesivamente meticuloso a la hora de analizar y aún menos fiscalizar lo que ocurre;  la mirada del niño que fuimos se proyecta demasiado en momentos como este. Y la mirada de las niñas y niños se vuelve, por suerte, indescifrable. Sus majestades se niegan a traernos un traductor, quizás como castigo por olvidar que un día fuimos niños, por olvidar cómo mirábamos.

Sin embargo, algo sucede cuando los reyes magos se convierten casi exclusivamente en el medio para conseguir un regalo. Como si quien cree en la navidad, para quien crea en ella y de la manera que sea, creyera que esa es la parte que le da sentido. Demasiadas etiquetas y sponsors colgando de los abrigos de sus majestades.

Y es que, mientras Baltasar es el rey más aclamado, no dejan de aumentar las cifras de presos del CIES (centros de internamiento para extranjeros), de refugiados y  migrantes  muertos saltando la valla de Melilla, o en el Mediterráneo.  Sus compañeros de melanina no tuvieron tanta suerte. Parece  una especie de burla navideña, de guiñol de mal gusto, de dantesca forma de acomodar conciencias, de broma grotesca. Elegimos al rey negro como nuestro preferido para ocultar bajo su capa al resto. Una versión posmoderna y actualizada del “Plácido” de Berlanga. Aunque quizás siempre haya sido así.

 

Ojalá en Santander, en Cantabria, donde sea, hubiera mas carrozas así…Ojalá todas lo fueran…

 

Mientras aplaudimos a los niños que saltan, bailan y juegan en las comitivas, con sus disfraces, las cifras de “bullyng” aumentan, tal y como lo denunciaba “La Prohibida” en su carroza. Mientras se celebraba el nacimiento de un niño en un portal cuyos padres habían tenido que huir de su hogar, asistimos a miles de entierros en ataúdes de mar. Uno de los objetivos de “La Prohibida” era sensibilizar sobre ese tema. Mientras nos reíamos con las bromas de arlequines y payasos “La Prohibida” utilizaba su participación en la cabalgata para denunciar y visibilizar los quinientos crímenes de odio a menores de edad en 2016. Malditos propagadores del mal estos de “La Prohibida” (ironía en “modo on”). Mientras celebrábamos una noche diferente donde cualquier sueño es posible “La Prohibida” reivindicaba que todos los sueños son posibles por muy “diferente” que te digan que eres, y visibilizaba el suicidio en jóvenes LGBTI, casi 50 casos y 950 intentos en España.

Quizás en lugar de preservar memorias inventadas al servicio del dogma, de cualquier tipo, no estaría de más hacerlo con la memoria real, de la experiencia vivida, de quien padecía  no hace tanto el estigma de ser perseguido y marcado por su condición sexual. De cómo  a personas como Jordi Grisset, les torturaban, en este país, únicamente por su condición sexual. Y todo porque les consideraban enfermos, desviados, anomalías disfuncionales que no encajaban en el modelo de sociedad creado a la imagen y semejanza de una religión de sustitución convertida en yugo para quien se salía del camino marcado.

Era 1979, parece que fue ayer, no hace tanto, hace nada, cuando en España aún sometían a las personas homosexuales a terapias que curasen lo que era considerado como una enfermedad. La técnica, en la línea de las teorías conductistas de premio y castigo para reforzar o eliminar una determinada conducta,  consistía en aplicar descargas eléctricas sobre el cuerpo  del sujeto cuando estaba viendo un estímulo sexual que para él resultase placentero. ¿Dónde estabas entonces? Nos recuerda que es presente.

Pero la pregunta podría ser ¿Dónde estamos ahora? Cuando asistimos al linchamiento de unas personas que han salido en una carroza bajo el lema de la “diversidad” con el objetivo de visibilizar las injusticias, las sin razones con las que aún hoy convivimos y que demasiadas veces no vemos.

Debería estar prohibido juzgar, pensar,  sentir, sin ponerse en el lugar del otro a la hora de hablar, de opinar, de señalar con el dedo. Debería estar prohibido. Bueno no, porque prohibir es la liturgia del miedo, del dogma, de la sinrazón, de quien se cree con la verdad absoluta y el poder para imponerla. De quienes retuercen la moral, la razón, o los sentimientos para justificar sus discursos. Quizás porque  olvidaron preguntarse qué hay más allá de los regalos. Quizás nunca se lo preguntaron. No lo sé, no soy mago, ni rey…

Nota: “Informe de SOS RACISMO en España (2017). Una de los informes referidos por “La Prohibida” http://www.accem.es/sos-racismo-presenta-su-informe-anual-2017-sobre-el-racismo-en-espana/

 

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1 Comentario

  • Pomar
    9 de enero de 2018

    Bravo.

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