Año nuevo…¿botón de reinicio global?
El año 2017, que dejamos atrás, fue tristemente designado; como uno de los más violentos de la historia. No menos de 27 conflictos, en mayor o menor gradiente, desdibujaron cada mes de dicho año. El mismo se inició de un modo atroz: un asaltante, disfrazado de Santa Claus, irrumpió con un fusil automático en una fiesta de la Sala Reina, en el distrito de Ortakoy, en Istanbul. Un total de 39 muertos y 70 heridos no presagiaban nada bueno para el devenir de la antigua “Sublime Puerta”, más aún tras un referéndum en abril, que transformó la presidencia de R. Tayyip Erdogan en una autocracia donde el pistolerismo anti kurdo, asaltos a la oposición secular, corrupción, nepotismo y censura a la prensa, están a la orden del día.
Ankara cada vez se alejaba y aleja más de la Unión Europea. Pero no sólo el país eurasiático, ha chocado contra Bruselas. Estados miembros, especialmente aquellos que ascendieron al club europeo en 2004 (en mayor medida Polonia y Hungría), han visto como sus ejecutivos eran sancionados por la nula independencia judicial, acoso a las minorías, o negativa a cumplir el cupo de refugiados procedentes de un Oriente Medio en conflicto eterno y que se desangra. Nada de ello echó atrás a gobiernos como el de Viktor Orbán, que desde Budapest renegaba de la solidaridad europea y en el Europarlamento, vociferó su ya tristemente famoso “No queremos emigrantes musulmanes, que los acoja Turquía!”.
2017 fue asimismo, el centro de atención por el desarrollo de las autocracias o crecimiento de gobiernos autoritarios: desde los EEUU de Trump -cada vez más desunidos-, a la Rusia de Vladimir Putin, el Neo-Otomanismo anteriormente citado de Tayyip Erdogan, el Egipto militarista de Abdel Fatah el Sisi, o la Polonia regida en la sombra por el antiguo primer ministro Jaroslaw Kaczynski, las libertades individuales han retrocedido a niveles pre-1992, tras el advenimiento del ”Nuevo Orden Mundial”. Las denominadas “guerras asimétricas” o “conflictos de baja intensidad”, también hicieron hecho acto de presencia.
Desde las Filipinas con el grupo Abu Sayyaf y la guerra abierta contra el ejecutivo autoritario de Rodrigo Duterte, a la insurgencia de Boko Haram en Nigeria y su vinculación a otros grupos integristas, como Al Shaba’ab en Somalia o el creciente -y mortífero- auge de Al Qaeda en la Península Arábiga, el continente africano, pasó a ser una vez más; le región más peligrosa del planeta. Pero esta génesis del terrorismo global, post 11 de Septiembre, volvía a golpear el antiguo continente, para demostrar que conflictos lejanos, pueden acabar trayendo un infierno a regiones cercanas.
Se ha visto en Francia, Alemania y también muy cerca a nosotros mismos. Barcelona, el 17 de agosto, cuando meses antes rememoraba la brutal matanza de Hipercor tres décadas atrás; volvía a teñirse de sangre. El horror vino esta vez de un juventud local (a pesar de que se incidiese en su origen magrebí), radicalizada a través de ese nuevo campo de batalla, que es el ciberespacio. Y usando un método sencillo, para causar el horror más absoluto: un atropello mortal, casi kamikaze; como se pudo ver en Francia en Julio de 2016.
Cataluña asimismo, vivió unos meses de absoluta tensión, momentos violentos tras el referéndum del 1 de octubre y la posterior declaración unilateral de independencia a fines de ese mes. Lo cual dio pie a la activación del artículo constitucional número 155, que anuló dichos hechos, suspendió la autonomía catalana y convocó unas elecciones anticipadas, que el 21 de Diciembre, si bien proclamaron ganador de esos comicios al partido de Ciudadanos/C’s, daban una suma de fuerzas independentistas en el resultado global.
Queda observar el devenir posterior, donde varios de los diputados de la legislatura 2015-2017 se hayan en la cárcel o exiliados en Bruselas.
Para finalizar, debemos decir, que no todo ha sido negativo, durante el último año. Ante estos ataques a la conciencia colectiva, han surgido movimientos sociales, en el ámbito local o nacional, que a través de la resistencia pacífica o manifestaciones no violentas, han logrado plantar cara a los poderosos.
Grupos como Pasaje Seguro, que han dado voz a los refugiados y presentado sus quejas por el premio Princesa de Asturias de la Concordia a la Unión Europea -aún cuando muchos de sus activistas, fueron parados e identificados por la Policía Nacional, cuando se desplazaban a Oviedo-, o espacios como La Vorágine”, los cuales se enfrentaron a las iras de grupos xenófobos y de extrema derecha, quienes atacaron el local a fines del verano pasado, demuestran que la población; no permanecerá callada ante los desplantes de ciertos ejecutivos. Por un 2018 de causas justas y la búsqueda de la equidad, en un laberinto de sinrazones.