Mirada(s) de cerca
Es hora de comer, ponemos la mesa discutiendo un poco quien hace esto y quien hace aquello. Nunca hemos tenido demasiado claro las funciones que a cada cual le corresponden, pero siempre hemos tenido claro que no es obligación de nadie, que lo hacemos juntos. Luego cada uno va desenredando su nudo lo mejor que puede, y sabe, revisando su mochila y separando lo que cree propio de lo que le viene dado. No siempre es fácil, pero ayuda si partimos de esa premisa: Es tan cosa de todos, como lo es de nadie.
Comemos juntos, cuando podemos, e intentamos hablar de lo que ocurre, de lo que pensamos, de lo que nos pasa, y de lo que pasa a nuestro alrededor. El trabajo, el cole, amigos, familia, este que se va, la otra que viene, un poco de “vamos hijo que la comida no va sola a la boca” otro de comentarios tan cotidianos que van y vienen sin prestarles demasiada atención. Y lo que sentimos capilariza en cada bocado a ese día a día. En gestos, miradas, algún que otro enfado, y cariño, muchísimo cariño, amo. A veces nos paramos en un silencio, antes de continuar.
Es 8 de Marzo y él pregunta ¿Qué significa qué es el día de la mujer trabajadora? ¿Qué mamá tiene que trabajar hoy? Es imposible no soltar una carcajada ante una ocurrencia así. Nunca contestamos con respuestas cerradas, sino con más preguntas. Es increíble la claridad de un niño cuando le permites ese espacio abierto que es el de su pensamiento, el de su imaginación, sin incorporarle tus prejuicios o tus propios enredos. Ante sus preguntas te das cuenta de las pocas certezas en las que te mueves. De cuanto te queda por aprender. Y das gracias por esa oportunidad que la vida te brinda a través de él.
¿No trabaja mamá el resto de los días? Le contesto. Claro, ¿por eso hoy tiene que trabajar el doble? Pregunta. No, le intento explicar, es precisamente porque muchas “mamás” ya lo hacen. Cuando alguien trabaja mucho, pero nadie se lo reconoce, es importante recordarlo. Y a muchas “mamás” les sucede. ¿Y a las que nos son mamás también? Claro hijo, hay tantas formas de ser mujer como cada una quiera. Y de ser mamá o papá también. ¿Y niño? También hijo, y niño también. Se queda pensativo. Es como en “La vida secreta de las mamás” le digo, el cuento que leímos la otra noche. Una mujer hace muchas cosas y muchas veces no se ven, o no lo suficiente. Y cuando algo no se ve es como si no existiera. Por eso es tan importante, ¿Lo entiendes mi niño? Me mira pensativo antes de contestar: Pero no entiendo esa diferencia de “mamás y papás”.
Y justo en ese momento me doy cuenta de que, entre tantos enredos, algo estamos haciendo bien. Bajo su mirada de cerca él no entiende, porque, en su mundo, no existen diferencias. Qué no las vea ahora no significa que no se den, pues todos nos manejamos entre nuestras contradicciones. Sin embargo, en las miradas de cerca es quizás donde todo se clarifica un poco más. Donde los slogans y discursos sobrevenidos adquieren matices, una sonoridad diferente.
Su mirada de cerca no ve diferencias de color de piel, de origen, de orientación ni condición sexual. Es tan sencilla y revolucionaria que le cuesta comprender algunas de las cosas que comentamos. No le culpo, al contrario, le doy las gracias, porque su mirada me ayuda a desenredarme, a encontrarme, a enfocar la mía. Es de una claridad y sencillez revolucionaria. Estoy convencido de que todos tenemos esa mirada de cerca y me pregunto en qué momento dejamos de tenerla, en qué momento se va alejando y empezamos a mirar desde la distancia. Una distancia en la que nos perdemos los detalles, los sentimientos, la piel con piel, las miradas y todo se nos vuelve un poco más borroso, confuso, con contornos de prejuicio, de poder, de imposición, de quítate tú para ponerme yo; de entender la diferencia como una amenaza y competir por quien impone su mirada sobre la del otro.
De meternos en compartimentos estanco, en grupos predeterminados cada uno con su uniforme uniformizador. Sin más vasos comunicantes que lentillas deformadas que nos ponen para mirarnos de reojo, con cierto recelo, para ver solo lo que nos han dicho que tenemos que ver, negándonos la oportunidad de descubrirlo por nosotros mismos. Útil para enfrentar, pero imposible para entender. Y así, si eres hombre, mujer, blanco, negro, hetero, trans, y tantas combinaciones como se te vengan a la cabeza, y al corazón, te hacen verte de una manera, ver al otro de una manera, ver el mundo de una manera. Con tantas etiquetas encima no te dejan mirar de cerca. Te cuesta ver que hay bajo tantas capas.
Aún sigue mareando la comida y me doy cuenta que la mejor manera que tengo de enseñarle algo es no olvidar nunca mirar de cerca, como hace él. Y no me enfado si tarda más en comer, o si se distrae. Le miro de cerca y lo veo todo mucho más claro. Gracias hijo.