Mimo y Butoh
Con la obra “Stitch It!”, ya había participado en la I Muestra Internacional de Teatro MUJERES QUE CUENTAN. Del Reino Unido de nuevo ha venido la bailarina y coreógrafa Nelly Lewis a La Teatrería de Ábrego, donde los días 6 y 7 de abril ofreció el espectáculo, del que es autora e intérprete, “Yo soy japonesa”, programado en la IV Muestra Internacional de Teatro SOLO TÚ. Y lo ha hecho exhibiendo las mismas artes escénicas, de las que es reconocida maestra, y que ya mostró en su actuación anterior: el mimo y la danza butoh.
El título, “Yo soy japonesa”, expresa, para este espectador, por un lado, una ironía, por cuanto es lo poco que dice en varios idiomas, cuando en realidad interpreta, desde la perspectiva de una mujer japonesa, a personajes, que no son japoneses, a los que se acerca mediante el mimo y la danza butoh.
Y, por otro lado, es la identidad del modo de interpretarlos, la danza japonesa butoh, que en el trabajo escénico de Nelly Lewis se compadece con el mimo, si bien, más que compadecerse mutuamente, se confunden, no quedando suficientemente definidas ambas disciplinas interpretativas, fundidas en un trabajo actoral físico, por el que el espíritu se manifiesta a través del cuerpo, que pasa, de movimientos pausados y amables, a otros dinámicos y violentos, en el más puro estilo butoh.
Así, el tan menudo como vigoroso cuerpo de la artista se pone al servicio del espíritu de sus personajes, sean mujeres palestinas o judías, identificadas en los símbolos de ambas condiciones humanas, grabados en el anverso y reverso de una mano; sean las relaciones conflictivas de hombres y mujeres, con los símbolos de género pintados en las piernas; sea imitando a un animal, que bien podría ser un mono, uno de los temas de la danza butoh, en cuanto que en lo profundo de la naturaleza humana anida el irracional que fue.
De ese modo, muestra el retorcimiento de la condición humana, al modo grotesco de la danza butoh, que se refleja en las expresiones faciales de la actriz, que al mismo tiempo el mimo dulcifica y equilibra.
Con una música susurrante y una iluminación tamizada, Nelly Lewis comienza la función tras velos, a modo de sombras chinescas, que anuncian la danza butoh, que pasa por ser la más misteriosa del mundo, para terminar en la oscuridad, que es su otra seña de identidad. Entre lo uno y lo otro, un paseo por el drama de unos personajes, en los que las sombras se sobreponen a las luces, como queda bien reflejado en la gestualidad de la intérprete. Sin palabras.