Gema y Javi resisten al desahucio en Dávila Park con el apoyo de activistas y vecinos
Una treintena de activistas, vecinos o amigos de Gema y Javi han conseguido frenar el desahucio previsto para este lunes de la vivienda, con Liberbank, en Dávila Park, de esta pareja de autónomos a la que con la crisis les fueron mal las cosas.
Estaban convocados a las nueve de la mañana y poco después de las diez apareció la comisión judicial encargada de la ejecución, junto al cerrajero, pero tuvo que abandonar ante la presencia de activistas en el portal que les impedía el acceso.
Todo después de que Gema y Javi recibieran en su casa la visita del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que les confirmó el ofrecimiento de una vivienda para su situación de emergencia habitacional, que tuvo que escuchar la petición por boca de los afectados de que debería aprobar la ley de la PAH, y que no se quedó después a la exitosa acción antidesahucio.
NOS SITUAMOS: ESTAMOS EN EL ALTA
Es una calle que lleva el nombre de un militar franquista especialmente cruento, pero que todavía los mayores recuerdan con su nombre original, el de toda la vida, el Paseo del Alta.
Y es una urbanización de pisos, con sus bajos comerciales (su Bemol, su Manrique, tenemos por ahí justo al lado del portal Decroly) edificada sobre lo que no hace tanto era un prao con vacas, las recuerdo de verlas de niño, desde donde se ve la vaguada de Las Llamas y, si te asomas, el vial de Amparo. Frente al Parque de Altamira –dentro conviven el conservatorio y los bailes para mayores, y había en sus tiempos dos estatutas de los hermanos Tonetti– y sus vistas a la Bahía.
Es El Alta (todavía General Dávila). Y el nombre no es en balde. Si vas andando, puedes subir por Via Cornelia, si vienes desde el centro; desde la calle del Monte si ya es más lejos, desde Vista Alegre pasando por la Black Bird, desde la Atalaya echándole valor y desde el Río de la Pila al menos tienes el funicular que te recuerda que es eso, la parte alta, con sus vistas a la Bahía, y sus, todavía, huertas.
Como ‘vecinos’ tuvo en su momento un cuartel militar, el Regimiento lo llamaban, y por eso el campo de fútbol se sigue llamando ahí. Más allá, Las Antenas. Al lado Polio, con sus míticos vecinos, algunos auténticas leyendas urbanas ya, y una bolera frente al colegio.
Es un barrio que conocen bien los que tienen problemas con la vivienda: muy al lado está El Pilón –un barrio que estuvo pendiente de una expropiación masiva financiada por las cajas rescatadas, su nombre nos evoca el Santander más rural que no ha desaparecido del todo—y enfrente el Prado San Roque, ídem.
En el Centro Cívico María Cristina se han celebrado las habituales reuniones de la PAH. Allí está el colegio Los Salesianos, está la escuela de música Musiquea, más abajo, ya cayendo hacia Fernando de los Ríos y la Universidad, el centro cultural Quima donde alguna vez hemos estado con las Gildas.
Ese es El Alta (que ha perdido algo en los últimos años, me cuenta el dueño de Cafetería Bemol, treinta años al frente del negocio): un barrio tranquilo, con comercio y servicios, colegio y centro de salud, espacios para mayores. Subiendo desde el funicular, los niños van a rastras de sus padres al colegio, todavía dormidos. Es la hora de los ruedines y frente al colegio pasa una furgoneta de Construcciones Puente.
LOS AFECTADOS: NO PEDIMOS QUE SE NOS REGALE NADA, SÓLO DEFENDER EL FRUTO DE NUESTRO TRABAJO
Esa es la vida tranquila que quieren mantener Gema y Javi, que lo han dejado bien claro: no busquéis tópicos aquí, no quieren ningún regalo, sino mantener lo que es suyo, el fruto de su trabajo, y poder al menos negociar con el banco, como ha sucedido en el resto de las empresas durante la crisis, pero algo que lo que un día fue Caja Cantabria rechaza siempre de primeras.
Y son conscientes, así nos lo han dicho, que hay gente que está peor.
Por eso, puestos ante el micrófono en un día de más exposición mediática de lo que a cualquiera le resultaría cómodo, con periodistas en su salón, frente a la bicicleta estática y los libros sobre los tesoros de Cantabria, han aprovechado esa oportunidad para poner en valor el trabajo de la PAH por ayudarles a ellos y a otros casos, han llamado a luchar por defender sus intereses ante injusticias como la suya, y han advertido (recordamos, no busquéis tópicos) de que la mayoría de las personas que van a la plataforma son autónomos, pequeños empresarios.
LA PRESENCIA DE REVILLA
Revilla ha ido. Es un reto recurrente que le han lanzado en varias ocasiones desde la PAH, un compromiso que en su día le dijo dándole la mano al diputado de Podemos José Ramón Blanco, primer portavoz de la plataforma antidesahucios de Santander.
Aunque efectiva en términos fotográficos, no ha sido una visita cien por cien cómoda para el tele-presidente: al llegar, en el portal, miembros de la PAH le recordaban la situación de emergencia habitacional que viven muchos cántabros y la importancia de aprobar la legislación que lo impida.
Después, dentro, Revilla ha escuchado su historia, la de dos autónomos afectados por la crisis y con una asistencia legal que no les ha ayudado (“Liberbank ha tenido dos abogados”) y su deseo de negociar.
Pero también ha tenido que oírles un aviso de que situaciones como esta se van a seguir produciendo, porque los activos de los bancos están pasando masivamente a fondos buitres que intentan deshacerse luego de ellos.
Y que le pidiera expresamente –no es lo mismo oírlo de un partido que de un afectado—que apoyara la Ley de la PAH, un texto que llegó al Parlamento respaldado por miles de firmas y que fue vetado por el Gobierno al tener consecuencias presupuestarios (los ciudadanos pueden llevar leyes a las instituciones, siempre que no supongan gasto, va así).
Preguntado expresamente, ha dicho que la próxima vez que le llegue un texto en esa línea se negociará.
Revilla ha tenido un lenguaje muy duro con Liberbank, entidad con la que, por otraparte, el Gobierno sigue manteniendo cuentas bancarias en su relación cotidiana.
El presidente les ha dado las llaves de una vivienda para la situación de emergencia habitacional (el ofrecimiento estaba hecho desde el viernes por la Consejería de Obras Públicas y Vivienda, que ha habilitado esta legislatura una oficina específica para estos casos, allí estaban también, menos mediáticos, representantes de este departamento). La pareja ha remarcado que ellos no quieren regalos, y ha precisado después que desconocen las condiciones de la vivienda, si es un alquiler social, cifras o plazos…
DE AFECTADOS A ACTIVISTAS
Después, Revilla se ha marchado y allí han quedado –poco a poco se iban acercando las diez de la mañana, la hora de la comitiva judicial–, organizándose.
Fuera del portal, frente al portal y dentro del portal, y velando también porque la comitiva no pudiera entrar por otras vías, como por ejemplo el garaje. Tenían todos los flancos cubiertos y la comitiva, enviada desde el Juzgado, tampoco lo ha peleado mucho. No había presencia policial –no visible, pero sí de paisano, a distancia, como constatan los más experimentados, los ‘sospechosos habituales’ desde el 15M–.
Junto al clásico “Sí se puede” se han vuelto a escuchar lemas paridos esos años, el “No hay pan para tanto chorizo” o incluso el “Lo llaman democracia y no lo es (Es una dictadura y lo sabéis)”.
Allí estaban activistas de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, con un frente destacado de –recordemos, no tópicos- lo que podríamos llamar las señoras de la PAH. Como María José, que es mayor, que anda con muleta porque le cuesta estar de pie: igual le dio, allí se plantó dos horas con su silla en un portal de Dávila Park.
Además de miembros de partidos políticos como Podemos e IU, o representantes de colectivos como Cantabria No Se Vende, había otro perfil muy recurrente en la PAH, el de los afectados que se convierten en activistas. Estaba Fina, de Cayón, o May, recientemente noticia por conseguir suspender, que no parar del todo, su ejecución en Camargo. O una futura afectada cuya historia nos contaba la propia Gema, la que iba a ser desahuciada hoy: enferma, mayor, con enfermos en su casa y pendiente de que la echen en su casa, y que aún así acudió al llamamiento. Lloraba mientras Gema lo contaba, tras abrazarla y felicitarla. También estaba esa mujer joven que últimamente vemos en todas las manifestaciones, de las pensiones al MetroTus.
LA BATALLA NO HA TERMINADO
Llegaron las diez y llegó poco después la comitiva judicial. Arriba, en casa, Gema y Javi. Abajo, una treintena de activistas intentando cubrir todos los flancos. Al final, los miembros de la comita no pudieron entrar al portal, y un par de llamadas de teléfono después, optaron por hacer el acta sin entrar en la vivienda, y marcharse.
Así que se pasó a la celebración, los aplausos y los lloros. Las gracias de Gema y Javi a todos, a los que ensalzaron por su acción de ahí y por el apoyo que les han brindado estos días.
Pero, como bien saben en la PAH o los que tienen que lidiar con un desahucio, la solución no es inmediata ni definitiva, más allá del impedir la expulsión de la vivienda o de paliar la emergencia habitacional con otra vivienda. Gema ya avisaba de que demandará al banco, pero que, de momento, no deja su casa, para evitar así perder derechos sobre ella.
Tras los abrazos, las lágrimas y el ejercicio de responsabilidad de Gema, que nuevamente volvió a aprovechar que tenía micrófonos a su disposición para hablar de más casos aparte del suyo, está la peor publicidad posible que puede tener una empresa, más aún cuando es un mensaje jaleado entre aplausos: “Liberbank es lo peor”.