Miedo No
Espejito, espejito…y el espejo se rompió en mil pedazos, cada uno reflejaba una herida, un pellizco, una tira de piel donde escribía el relato de sus pesadillas. Y espejito, espejito, y el espejo le devolvía una cara que no era la suya, un cuerpo que no era el suyo, una vida que no la pertenecía.
Espejito, espejito…ya no recordaba la primera vez que se miró sin verse, la primera vez que no pudo, que no supo reconocerse. Ya no recordaba si hubo un día en el que se había visto de una manera diferente a la que ahora se veía.
El estómago respondía que todavía le quedaba espacio para una patada más, para un espasmo más que vomitara el último exceso, el último bocado de más, el último golpe de ansiedad. Frente al espejo el corazón le latía tan fuerte que no sabía si podría pedirle que fuera más despacio, que volviera a su tempo sosegado de sentir, de vivir, de no caer otra vez en el pozo de su mirada.
La báscula había perdido la medida de lo que pesaba el tiempo que llevaba intentando salir del bucle en el que estaba metida. Los números que marcaba habían perdido la capacidad de sosegar su necesidad de ser poco más que un suspiro. Te vas a quedar como “el espíritu de la golosina” le decía su abuela cada vez que iba a verla. No sé qué le pasa a esta niña, contestaba su madre sin dejarla abrir la boca, desde luego lo tienen todo y parece que necesitan inventarse problemas para llamar la atención. ¿No vas a contestar a tu abuela? Ella no abría la boca, porque las palabras también empachan, sobre todo a quienes no saben escuchar.
Ella sentía otra patada más en el estómago, ella quería hablar, ella quería gritar, ella quería decir lo que sentía, pero su boca no se abría y la ansiedad le daba otra dentellada en las tripas. Ella se levanta de la mesa sin comer nada. A veces no entender hace daño, a veces no saber explicar causa dolor, a veces no hay mala intención y sin embargo….y sin embargo duele. A veces “lo hago por tu bien” es cualquier cosa menos hacer algo bueno por quien quieres. A veces solo es cuestión de saber escuchar.
A ella no la escuchaban, ella sentía que el silencio abotonaba cada una de las palabras que recibía. Ella buscaba un espacio, un rincón donde sentir, donde poder dar salida a lo que fuera que llevaba dentro. Y sin darse cuenta, de manera casi instintiva.
Ella devoraba todo lo que hasta ese momento había rechazado. Cada silencio, cada no me comprendes, cada reproche, cada necesito salir, cada no sé lo que hacer, cada sentimiento, cada mirada, cada una de las veces que había intentado decir algo y no se había sentido escuchada. Ella no recordaba cuando había sido la primera vez, en qué momento perdió la noción del hambre, en qué momento esa sensación de vacío se apoderó de ella y no había bocado que la saciara. En qué momento el miedo había formado parte del menú.
Ella se desnuda frente al espejo y no quiere preguntarle nada, ya sabe cuál será la respuesta. Ella se acerca al retrete y se mete los dedos hasta el esófago, ella no busca comida, ella busca palabras que le expliquen “qué coño le pasa”. Y cuando vomita, ella no vomita nada. Ella se calma.
Ella está harta de construirse a través de miradas que no sean la suya. Ella no quiere quedarse ciega a golpe bisturí, de prozac, de compras compulsivas, de medidas perfectas que solo caben en un ataúd. De vidas tan “perfectas” que se olvidan de que están vivas. De trajes hechos a la medida de todos menos a su medida.
Y por más que vomita a ella se le saltan las costuras. No cabe en ese traje. Por más que se pellizca su piel se niega a desprenderse, a dejar de sentir, a dejar de envolver su absoluta belleza. Ella se desnuda para volver a vestirse con puntadas de Ella, con matices de Ella, a la medida de Ella, de lo que Ella siente, de lo que Ella es, incluso aunque no lo sepa…o sobre todo por eso.
Ella sabe que el miedo es una de esas piezas que ahora recoge del suelo. Porque Ella no se niega. Ella se construye con cada una de las partes que otros descartan, que otros ocultan, que otros disfrazan por miedo a mirarse en el espejo y no reconocerse. Por miedo, por miedo…
Espejito, espejito…Ella no sabe bien lo que le pasa, no tiene porqué saberlo, pero no quiere ocultarse, Ella necesita perder el control antes de empezar a calmarse. Respirar para saber dónde está el aire. Desnudarse para verse. Ella coloca las piezas, las pega una a una sin dejar de mirarlas, sin ocultarse ante ninguna. Y cuando acaba ya no importa si está vestida o está desnuda. Ya no necesita mirarse al espejo para verse. Ella ya no tiene miedo…aunque a veces lo tenga.
Espejito, espejito… ¿Te atreves a mirarte?
Ella lo hace