El pomo de la puerta
Está todo oscuro. Llevo varios días encerrado en esta habitación. La vela se ha ido apagando poco a poco y solo la cambian cuando se gira el pomo de la puerta. La linterna ya no tiene pilas y solo consigo unas nuevas cada vez que se gira el pomo de la puerta. No tengo mudas limpias y solo consigo alguna cada vez que se gira el pomo de la puerta. No tengo comida y solo mastico cada vez que se gira el pomo de la puerta. No veo el exterior, y solo puedo imaginar la salida cada vez que se gira el pomo de la puerta. No tengo vida y solo sueño con recuperarla cada vez que se gira el pomo de la puerta. Y, sin embargo, cada vez que se gira ese maldito pomo de la puerta un miedo atroz invade mi cuerpo.
Cuando era pequeño detrás del pomo de una puerta se escondía la incertidumbre de una oportunidad, de descubrir algo nuevo. La curiosidad del “a ver qué pasa” Un “a ver qué pasa” que se vestía de es cosquilleo por la espalda, de ese nerviosismo contenido en la mirada abierta de par en par, expectante, sin pestañear. Cuando era pequeño tras el pomo de la puerta se escondía una oportunidad, un salón por descubrir, de la casa de los abuelos, donde te tenían terminantemente prohibido entrar, por no sé qué acontecimiento familiar que nadie nombraba. Para ti todo era un misterio y creías que tras el pomo de la puerta había una nueva aventura que te llevaría a descubrir algo que nadie había descubierto antes.
Tras el pomo de la puerta el despacho de tu padre, inaccesible que creías debía ser como una especie de trono desde el que se resolvían todos los problemas. Y en cuyo escritorio podrías encontrar los tratados de paz de las naciones en guerra, la cura contra las enfermedades mortales, o un cofre del tesoro lleno de dinero con el que te podrías comprar los juguetes que quisieras. Tras el pomo de la puerta te podías imaginar que lo que había al otro lado era lo que tú quisieras, estaba hecho a la medida de tu inocencia, de tus sueños más secretos, de tus deseos más inconfesables.
Poco a poco fuiste descubriendo lo que se escondía tras el pomo de la puerta. Pero antes se convirtió en el ojo de la cerradura por el qué mirar un cuerpo desnudo, con el que fantasear con los tabúes que solo la adolescencia se atreve a preguntar con la fuerza de la metamorfosis hormonal. Tras el pomo de la puerta el deseo, el conocimiento, el futuro, el espacio por conquistar, las fronteras que los adultos habían cerrado hasta que no tuvieras edad suficiente para dar el paso. Tras el pomo de la puerta se abría una rendija para comprobar si todo lo que habías imaginado se podía hacer o no realidad. De que estaba hecha esa realidad con la que solo habías soñado, que tantas veces habías imaginado, ese “qué habrá detrás” que te carcomía y del que necesitabas formar parte. Desde tu pequeña mirilla lo que había tras el pomo de la puerta eran oportunidades, mundos por descubrir, por conquistar. Tras el pomo de la puerta no veías las facturas, los diagnósticos, el silencio, el miedo, no veías las puertas que se cerraban en las narices, los portazos que no miraban atrás.
Y ahora ese pomo de la puerta que solo se gira desde el otro lado. Cada vez que siento como se gira, cada vez que lo veo moverse, cada vez que escucho unos pasos acercarse a la puerta, es como si se tratara de una maldita lotería que no sabe lo que me a tocar. Solo me sale temblar una y otra vez mas para no hacerlo más tarde. Mi cuerpo rígido inmóvil, casi como un cadáver al que la muerte viene a facturar. Como un trozo de carne al que vienen a masticar para después escupir sobre la mesita, mientras escucho la cadena de la water deshacerse de esa parte de la vida que no sirve al otro lado del pomo de la puerta.
Ese pomo de la puerta que solo se abre desde el otro lado. Al que yo no puedo acercarme, porque vivo aquí encadenado. Ese pomo de la puerta que me separa de ti, de tu día a día, de tus quehaceres, de tus idas y venidas, de tus programas de la tele, de tus compras, de tus manías, de tus deseos, de tus sueños, de las puertas que se abren y te dejan entrar o salir a su antojo. Ese pomo de la puerta que llevas grapado a los ojos, y no sé si puedes verme. Solo nos separa este puto pomo que lo giran todos menos yo. Todos menos Tú, la única persona que puede salvarme y ver lo que pasa.
Esta todo oscuro y ya casi no siento nada. Una sombra tras otra se cose y se descose desgarrándome en cuerpo y alma. Está todo oscuro, quizás sea mejor así…
Y gira el pomo de la puerta…
Nota:El relato-artículo esta escrito en primera persona del masculino solo a modo de espejo