Con muchas pelotas
Hace algún tiempo, quizá haya sido siempre, que los espectáculos circenses trascienden sus pistas. Han prescindido del cobijo amable de sus carpas para exhibirse en plazas y calles, con la conveniente reducción selectiva de sus números. También han ido buscando espacio en escenarios teatrales. Pero, si es verdad que toda pista de circo es un escenario, no lo es tanto que todo escenario teatral sea una pista de circo, si bien alguno se deja reconvertir puntualmente.
Y así, el pasado 23 de noviembre, en la Sala Medicina tuvo lugar un espectáculo de malabares, “Flake”, a cargo de la francesa Compagnie deFracto, y dentro de la programación de la 29ª Muestra Internacional de Teatro Contemporáneo.
“Flake” está integrado en el Festival “En la cuerda floja” del Café de las Artes, rótulo que hace referencia, no tanto al teatro, como al circo, por más que todas las artes escénicas estén en la cuerda floja, siempre. Y el circo es un arte escénico ambulante, es decir, llevan sus espectáculos de un lugar a otro, con toda la carga de sus carpas a cuestas, y las pistas. Los escenarios teatrales no se mueven de su sitio, y a ellos acuden con sus funciones las compañías teatrales. Se encuentran con el escenario, no lo tienen que poner, todo lo más decorar.
De todas formas, un espectáculo circense, quizá un solo número puede tener algo, o mucho, de teatral, mientras que uno teatral difícilmente presenta maneras de circo. David Maillard, Eric Longuequel y Guillaume Martinet, dirigidos por Johan Swartvagher, compusieron un número de malabares con pelotas, con muchas pelotas, que no habría sido más –ni menos- que eso, de no haber introducido un complejo de relaciones, no exento de cierto dramatismo, a veces, en una competencia de rapidez y resistencia, sin perder las pelotas, y, a veces, desenfadas, rayanas con el humor de los payasos, pródigo en caídas, que a veces hacen reír, y, a veces, transmiten alguna tensión de ánimo.
Lo uno y lo otro, desplegando un trabajo físico intenso, perfectamente coordinados los movimientos, nunca pausados, de sus cuerpos, para controlar danzas frenéticas, con muchas pelotas por el aire, como compañeras de baile, que obligan a reinventar los cuerpos.
Todo ello, durante 75 minutos, requiere dos pelotas, que no se ven. O sea, más pelotas. Por si eran pocas.